La doctora Adriana Ferraina, médica psiquiatra con más de veinte años de ejercicio profesional, desarrolla con claridad los efectos de la pandemia y el aislamiento en la salud mental. “Pero sabemos que esto va a terminar, y eso tiene que ser nuestro incentivo”, asegura.
Cuando en marzo pasado se desató la pandemia por el nuevo coronavirus, la Organización Mundial de la Salud (OMS) aconsejó a los gobiernos de cada país que implementaran una cuarentena total obligatoria para evitar la propagación del virus. Así, un nuevo estilo de vida comenzó a forjarse y todavía continúa. El aislamiento social ha causado enormes complicaciones, como la discontinuidad de la escolaridad de niños y adolescentes, la pérdida de trabajos, el distanciamiento con amigos y familiares, la ausencia de salidas sociales, recreativas y deportivas, la cancelación de viajes y proyectos de diferente tipo… Todo esto puede derivar en miedos, angustias y hasta desequilibrios mentales.
Ante este panorama, la doctora Adriana Ferraina, médica psiquiatra con más de 20 años de experiencia, explica que es fundamental la capacidad de rearmarse, de volver a proyectar, de reinventarse. “A la vez ganamos en tiempo compartido con nosotros mismos, con nuestras familias, con nuestras parejas o con quien estemos conviviendo. Y eso nos hace preguntar
¿estamos conformes con lo que tenemos, con lo que logramos? ¿Estamos en buen camino? ¿Es aquí donde realmente quería estar? Que sea esto una buena oportunidad de aprender a conocer y desarrollar nuestros recursos. Esto es lo que llamamos capacidad de resilencia, que es lo que nos va a permitir salir fortalecidos de esta situación”, plantea.
— ¿Qué desafíos enfrentaste al comenzar esta pandemia?
La primera dificultad que se presentó para los profesionales, sin dudas fue el adecuarse al trabajo remoto, a perder la calidez que nos brinda la atención presencial. De hecho, no todos pudieron lograrlo. Sobre todo en las primeras semanas, cuando no se podía recetar a través de e-mails o WhatsApp y las obras sociales no cubrían este tipo de atención, muchos pacientes interrumpieron sus tratamientos.
— ¿Qué males están causando la pandemia y el aislamiento?
Por un lado, nos quedamos frente a frente con muchas situaciones y emociones que antes estaban, pero quizás no tan a la vista, y por otro, comenzaron a generarse y crecer otras tantas, disparadas fundamentalmente por el miedo y la incertidumbre. Al estar más tiempo con nosotros mismos y solos, ya no contamos con la comodidad de proyectar todo lo malo que nos pasa hacia el afuera. Eso nos obliga a mirarnos, y a veces eso que encontramos no nos gusta. Y deberemos enfrentar ese aprendizaje hacia llevarnos bien con nosotros mismos, lograr cambiar lo que podamos, y al mismo tiempo ser autocompasivos, que es el deseo de aliviar nuestro sufrimiento y buscar el equilibrio emocional. Otra situación que se presenta es el miedo al contagio en sí mismo. Y aquí es importante diferenciar al miedo que nos protege, sano y adaptativo, del miedo patológico. El primero surge como una respuesta a algo que está amenazando mi vida o integridad física o psicológica. Pero cuando ese miedo es persistente, extremo, intenso, nos lleva a un bloqueo emocional, nos paraliza, y ya no es funcional. Acá entra en juego algo muy relevante que es la información que consumimos. Es muy importante que esa información sea buena, tanto en cantidad como en calidad. Escuchar sólo lo necesario y siempre de la mano de los expertos.
— ¿Cómo fueron cambiando los motivos de consulta más comunes en estos meses?
— Cuando empezó todo, en marzo, al principio se observaban en su mayoría trastornos ansiosos, derivados fundamentalmente del miedo al contagio de uno mismo, de algún familiar, miedo por la situación económica, o laboral. Promediando la cuarentena a esos motivos de consulta se fueron agregando otros, como el aumento marcado del consumo de alcohol, cigarrillos y abuso de drogas. Esto se da fundamentalmente debido a que se busca un placer o recompensa inmediata. Actualmente los motivos de consulta son en un porcentaje más alto los que se correlacionan con síntomas de depresión. Una causa posible de estos cuadros es el cansancio psicológico que este aislamiento indeterminado está produciendo, y la falta de proyección o perspectiva. Pero sabemos que va a terminar, y eso tiene que ser nuestro incentivo. Conectarnos con el aquí y ahora, sabiendo y siendo plenamente conscientes de que esto tiene un final. La incertidumbre también está en cómo será todo cuando esto termine, qué quedará, cómo será nuestro futuro. Eso es un generador directo de ansiedad y pensamientos negativos. Sumado a todos estos síntomas, otro gran motivo de consulta es el insomnio, tanto para conciliar como para mantener el sueño. En los jóvenes se está observando mucho una alteración en los horarios: se quedan despiertos gran parte o toda la noche y duermen de día.
— ¿Qué diferencias de comportamiento se notan hoy con respecto al comienzo de la cuarentena?
— El enojo y la frustración crecen a la par de la curva de contagios. Justo en el momento en que es más necesario, la gente ya no se cuida como se debería cuidar. También existe lo que llamamos en psicología la desensibilización. Para nuestro cerebro no es lo mismo estar frente a un peligro nuevo, que frente a un peligro que se presenta de manera sostenida, donde la percepción del riesgo y la respuesta emocional son visiblemente menores. Es muy importante tener conciencia que debemos mantener un pensamiento colectivo. Con menos miedos y más cuidados.
— ¿Existen casos de personas enamoradas de la cuarentena? ¿Qué será de ellos cuando se acabe?
— Es una muy buena pregunta. Por un lado, hay personas que por diversas patologías se sienten cómodas en esta situación de encierro, donde la exposición social es menor o nula. También personas que presentaban dificultades a la hora de salir de sus casas se pueden sentir beneficiadas con esta situación (T.O.C., agorafobia, etc.) Pero por otro lado existe lo que se llama el Síndrome de la Cabaña. En este síndrome la persona prefiere no salir de su casa, donde encuentra su zona de seguridad. Podemos aquí definir bien cuál es el “peligro” que se encuentra fuera de esa zona de confort. El hogar es el lugar seguro, siendo este síndrome la consecuencia de un encierro prolongado que deriva ahora en miedo a volver a salir, a estar con gente, a viajar en transporte público, etc. Deberá trabajarse en la vuelta a la normalidad bajo ciertas pautas. Existe, de no tratarse, el riesgo que esto sea terreno para el desarrollo de una patología, sobre todo ansiosa.
El riesgo de los fármacos
Ante los cuadros de tensiones personales surgidos por efecto de la pandemia y el aislamiento, una tentación simplista es recurrir a medicación psiquiátrica. Sobre eso, Adriana Ferraina afirma: “Es muy riesgosa y totalmente desaconsejable la automedicación. Se registró en este tiempo una disparada importante en la venta de ansiolíticos, como el Clonazepam o Alprazolam, dentro de los más conocidos. No siempre se indican. Muchas veces la consulta, la actividad física, la implementación de ciertas rutinas y técnicas son suficientes para resolver los síntomas. Es importante establecer ciertas alarmas que nos indiquen cuando pedir ayuda”.
Para consultas, el e-mail de la psiquiatra es draferraina@gmail.com