La reconocida escultora argentina Lucy Mattos rememora sus inicios en el arte y la génesis de su propio museo en San Isidro, un espacio abierto al arte, la reflexión y el encuentro humano.
Modelar figuras con la arcilla roja de su provincia, Misiones, fue el primer acercamiento que Lucy Mattos tuvo con el arte, durante su primera infancia. A sus 7 años, su familia se mudó a Buenos Aires, y a los 12 años, pidió a sus padres que la enviaran a un taller de dibujo y pintura. “Hasta que más tarde descubrí la escultura, que me encantó, y así finalmente llegué a la Escuela Nacional Prilidiano Pueyrredón, donde estaban los mejores maestros argentinos” recuerda la escultora argentina, de amplia trayectoria y reconocimiento internacional.
Hoy, sus obras van desde la escultura monumental hasta la joyería artística -creados con diversos materiales, que incluyen metales, maderas, piedras y hasta poliéster- y no solo se exhiben alrededor del mundo en museos y colecciones privadas, sino también en su propio museo, fundado en el 2012 y ubicado en San Isidro. Aquí, Lucy exhibe su arte de forma permanente, además de organizar exposiciones temporales con artistas invitados, tareas de difusión, docencia e integración del público.







–¿En qué se inspiraba para crear sus obras?
–El proceso creativo nació del placer que yo sentía cuando de niña modelaba simplemente como un juego. Ese sentimiento me llevó a crear figuras modeladas, dibujadas, grabadas y pintadas. El motivo de inspiración siempre fue un sentimiento profundo, visceral, fui experimentando la vida y las necesidades de las mujeres ¡soy la mayor de cuatro hermanas!
–¿Cuál es el mensaje que quiso dar a través de sus obras? ¿Considera que sigue vigente?
–El objetivo es comunicar, compartir con el espectador el sentimiento que me conduce al hecho creativo. Comienza donde está el amor, el desamor, la pasión, la educación, la incertidumbre de la realidad social, la incógnita, la esencia del ser humano y la Naturaleza. Me siento muy feliz cuando alguna de las obras capta ese mensaje especial y logra conmover a quien la observa. Ese mensaje, si se siente, siempre estará vigente, porque todos los temas que me inspiran son vivencias profundas de los seres humanos. Y, particularmente, de las necesidades de las mujeres.
–¿En qué momento de su carrera decidió crear su propio museo y por qué?
–Hubo un momento en que mi taller ya no fue suficiente para mí, sentía la necesidad de exponer mi obra y, sobre todo, la necesidad de compartirla. Hoy el museo tiene mi forma de ser: es abierto a todos los sexos, edades, religiones e ideales de cada visitante. Es un lugar para el placer, la reflexión, la comprensión, el respeto por los propios sentimientos y muchas veces, la aceptación de uno mismo cuando la persona se ve reflejada en alguna obra, una sensación que se vive con mucha alegría.
–¿De qué forma cree que su propia experiencia artística influye en la dirección del museo?
–La diferencia podría estar en que al ser artista comprendo lo que significa el trabajo de otros artistas y lo que significa para ellos. Y también puedo contemplar la mirada del espectador. La gestión va mucho más allá de lo estrictamente empresarial. El museo es un lugar para compartir todas las expresiones del arte en un marco multicultural.
–¿Cómo ve la escena artística nacional? ¿Qué oportunidades y desafíos percibe en este momento para el arte argentino, a nivel mundial?
–Actualmente la escena artística en Argentina es tan amplia, tan experimental, expresiva y multidisciplinar que es un verdadero orgullo ser parte. El arte argentino es muy valorado en el exterior, una reconocida fuente creativa. En nuestro país, tanto en buenas o malas épocas económicas, los artistas siempre trabajan y crean obras valiosas, a veces con muy pocos materiales. Lo hacemos a pesar de que las políticas de ayuda a los artistas no nos favorecen, algo que sí ocurre en otros países. Creo que, en este momento, el desafío más grande es seguir creando obras diferentes a lo que la tecnología no puede transmitir todavía. Aquello que es inherente al ser humano.
–¿Qué estrategias implementa el museo para mantenerse relevante con las nuevas generaciones?
–Trato de que las personas que lo visiten se sientan partícipes de las obras, que puedan preguntar y expresarse, conocer las técnicas, los materiales y la intención con la que se han realizado. Es cierto que el uso de las nuevas tecnologías y celulares hace más difícil que los jóvenes se acerquen a un museo porque tienen fácilmente distracción continua, pero una vez que se conectan con el espacio y con las obras, pueden sentir placer, reflexionar con gusto y tranquilidad lejos de las tensiones y el estrés de los ambientes y mensajes disparados con velocidad.
–Si pudiera dar un consejo a los jóvenes artistas argentinos, ¿cuál sería el más importante?
–Nunca me gustó dar consejos, sin embargo, les diría que una vez que tengan el “objetivo claro”, el “qué” y “cómo” quieren conseguirlo, no aflojen, no se rindan con comparaciones, sigan el camino del trabajo con la seguridad de que conseguirán su objetivo. Llegarán adonde se propongan sin distraerse con algún obstáculo en el camino, disfrutando y amando lo que expresan. Les diría, además, que hagan un uso inteligente y responsable de la inteligencia artificial. No hay duda de que la IA los ayudará a estudiar, investigar, trabajar y muchas cosas más, pero no podrá darles una demostración humana de afecto, de sentimientos como el amor, la pasión, el calor humano. Esta capacidad de dar y recibir amor, así como de confrontar, aceptar y/o rechazar es una cualidad humana.