viernes, octubre 10, 2025
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Agustín de Hipona:  La sabiduría de un clásico para aprender a vivir bien


Un brillante pensador que, en el ocaso del Imperio Romano, se embarcó en una incansable búsqueda de la verdad.

*Escribe Julián Ignacio López.

Dr. en Filosofía por la UCA.

Agustín de Hipona (354-430) es, sin lugar a dudas, uno de los pensadores más importantes e influyentes de la cultura occidental. Nacido en el Norte de África en el ocaso del Imperio Romano, Agustín fue un pensador de un intelecto brillante y un corazón fervientemente inquieto, incapaz de ser saciado por menos que el conocimiento de las verdades últimas y la plena posesión de los bienes más altos.

Apasionado buscador de respuestas a las grandes preguntas de la vida, esas que aquejan e interpelan hasta la médula a la existencia humana, su vida fue un mar de intensas experiencias y conversiones radicales. Habiendo conocido y probado prácticamente todas las propuestas filosóficas de su tiempo, su espíritu no descansó hasta encontrar la auténtica sabiduría, única capaz de dar plenitud, paz y sosiego al ser humano. Su propia propuesta de vida es tan desafiante y ambiciosa como profunda y plenificante, tomando siempre como eje de referencia la convicción de que quienes fueron creados para la grandeza no pueden resignarse a conformarse con menos. Fue precisamente esta magnanimidad, ese amor a lo más digno y sublime, lo que lo salvó de la mediocridad existencial propia de una vida demasiado mezquina y obsesionada con los bienes tangibles e inmediatos que adornan nuestro día a día.

Pese a la insondable profundidad de su pensamiento, Agustín nunca tuvo grandes intereses por los sistemas abstractos de filosofía. Por el contrario, su interés siempre estuvo en la existencia concreta del ser humano. Lo que interpela, incomoda, duele, atrae y apasiona de nuestra vida cotidiana: la vida misma en acto. Desde esas experiencias concretas parte su filosofía de vida, la cual remonta vuelo hacia las cumbres más altas de la sabiduría humana con el único fin de ayudarnos a florecer y llevar adelante la vida plena y feliz para la cual fuimos creados.

De los incontables aportes que su pensamiento regaló a la historia de la humanidad, podemos recordar muy brevemente dos grandes ideas:

1.“El orden del amor”. Agustín está convencido de que todo lo que existe es bueno y debe ser amado, pero en su justa medida. La verdadera sabiduría, por tanto, se encuentra en aprender a amar ordenadamente, dándole a cada realidad la medida justa.

2.“Vuélvete a ti mismo”. En un mundo hiperactivo, frenético y acelerado, Agustín nos recuerda la importancia de volver sobre nosotros mismos. Las respuestas a las grandes preguntas se encuentran dentro nuestro, en la misteriosa combinación de talentos, gustos, intereses y un llamado a hacer un aporte único e irrepetible al mundo. Hay que animarse a sumergirse en las profundidades de la vida interior para descubrir quienes somos realmente y para qué hemos venido al mundo. En eso consiste la consecución de una vida plena y feliz.

En síntesis, Agustín fue un fiel seguidor de aquella máxima de Sócrates, el gran pensador griego de la antigüedad: “No se trata de vivir, sino de vivir bien”. Su vida, su obra y su legado son un inspirador ejemplo y modelo de un compromiso inquebrantable y radical con la mejor versión de nosotros mismos, lo cual implica una búsqueda genuina de la verdad y un amor incondicional al bien.

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