Vivir aquí y ahora

La práctica del método Mindfulness enseña a disfrutar el presente, conectados con nuestras sensaciones. Las instructoras María del Carmen Boverini-McGhee y Cecilia Abregú Nattkemper cuentan los beneficios de esta disciplina milenaria, ideal para todas las edades.

En el mundo de hoy, con tantas oportunidades para recibir información por distintos medios, ofertas de actividades y opciones para disfrutar de los momentos de ocio, surge la capacidad de ampliar la conciencia a través de Mindfulness, con el objetivo de poder elegir cómo y cuánto conectarnos con lo que nos rodea. “Cultivamos la conciencia, y de esa manera entramos en el modo del ser, saliendo del modo del hacer continuo. El desafío que nos plantea Mindfulness es el de estar presentes en lo que uno está viviendo, tal cual sea la experiencia. De esta manera, nos mantenemos conectados con nuestros recursos más profundos, con nuestras sensaciones, emociones y pensamientos, y podemos parar y elegir cómo responder a la realidad del momento, en lugar de reaccionar como en piloto automático”, afirma la psicóloga María del Carmen Boverini-McGhee, instructora de Mindfulness para adultos, adolescentes y niños, y miembro de la Red Argentina de Instructores de Mindfulness.

Basada en la filosofía oriental, Mindfulness es una práctica meditativa que tiene más de 2.500 años de antigüedad, pero recién hace 30 fue incorporada y adaptada a la medicina occidental, como complemento de tratamientos médicos y psicológicos. Se utiliza para combatir la depresión y la ansiedad, reducir el estrés, el dolor crónico y el trauma, entre otras indicaciones. Esta disciplina invita a generar una nueva perspectiva sobre lo que nos pasa, con una nueva mirada y conciencia; ayuda a despertar los sentidos, abrir el cuerpo y el corazón hacia un mejor manejo de las emociones, la salud, la relación con nuestros vínculos y con nosotros mismos, conscientes de nuestras elecciones.
Boverini-McGhee afirma que “Mindfulness sirve para todas las edades y enriquece la vida de quien lo practica”. Sin embargo, a diferencia de los adultos y de manera natural, los niños poseen una gran capacidad de disfrutar el momento, a pesar de que los tiempos están cambiando. La licenciada en Psicopedagogía Cecilia Abregú Nattkemper afirma que “los chicos pueden asombrarse frente a lo nuevo y, cuando entran en un juego, pierden noción de lo que los rodea, disfrutan, se involucran con sus sensaciones, emociones y pensamientos, y tienen naturalmente la conciencia del momento presente”. Abregú y Boverini-McGhee fueron las encargadas de llevar esta disciplina a Nordelta, a través de sus cursos en el Centro Conexión Contemplativa de Bahía Grande. En la actualidad, Abregú dicta capacitaciones y talleres en el Centro Interdisciplinario Acassuso, y es instructora certificada del Método Eline Snel de Mindfulness para niños.

A pesar de su capacidad para disfrutar el ahora, cada vez son más los chicos que prestan menos  atención, ¿a qué se debe?

Con la introducción de los juegos electrónicos, las pantallas interactivas y los teléfonos celulares, los niños se acostumbraron a recibir respuestas y gratificaciones inmediatas. Al estar tan estimulados desde el exterior, no se concentran en lo que pasa en su interior y Mindfulness es un tiempo para mirar hacia adentro. 

¿Cuáles son los beneficios de practicar Mindfulness desde temprana edad?

Según Eline Snel -terapeuta holandesa y creadora del método Mindfulness para chicos-  esta práctica enseña a los niños a parar y sentir lo que necesitan en el momento. Dejan de lado el piloto automático y sus impulsos, para aprender a aceptar que hay cosas en la vida que no son tan divertidas. Aprenden a prestar una atención amable, que conlleva comprensión hacia su propio mundo interior y también hacia el de otros. De esta manera prestarán una atención consciente, para anclarse en el momento presente.

En cada encuentro de Mindfulness hay un tiempo para escuchar. En el caso de los grupos de chicos, cada uno puede contar sus experiencias, si lo desea. Sigue un tiempo para ejercitar una práctica de respiración y un ejercicio corporal, y también se incluyen cuentos y un tiempo para escribir en el cuaderno. Hay momentos de intercambio y otros de escritura o dibujo individual. Así, en un trabajo grupal, aprenden a escuchar, comparten lo que piensan y lo que sienten hasta recuperar su sabiduría interna y conectarse con sus propios recursos. “Es muy importante la riqueza y el valor terapéutico del grupo. En ocho semanas, algunos niños abren espacios tan hondos y aprenden las prácticas rápidamente. Incluso, los cambios son tan profundos que algunos quieren continuar con los grupos. Se siente la necesidad de sentarse o acostarse para respirar, hacer silencio, escuchar y ser escuchados”, relata Boverini-McGhee.

La conexión con la naturaleza lleva a que los chicos mejoren su vida interior.

Practicar Mindfulness sería ideal para todos los chicos, pero ¿para quién sería una necesidad?

Para los chicos con niveles altos de ansiedad, con el fin de regular mejor sus emociones y mejorar los trastornos de sueño. También, los que son dispersos mejoran su atención, concentración y rendimiento escolar. Incluso, los chicos con enfermedades autoinmunes mejoran significativamente.

¿Cómo se notan los resultados de esta práctica?

Los resultados los observamos en sus voces, en su conducta, en los cambios que empiezan a realizar. Por ejemplo, un chico de 11 años que asiste al taller afirma que ahora se da cuenta cuándo comienza a enojarse y, ante esto, respira profundamente y sabe cuándo parar.

¿Cómo pueden acompañar los padres?

Lo ideal sería practicar con los chicos, pero también pueden acompañar escuchándolos, permitiendo la expresión de sus emociones. Todos los sentimientos son bienvenidos, porque, al igual que el clima, no podemos cambiar un día de lluvia ni tampoco nuestros estados de ánimo, pero sí podemos esperar que pare de llover. Además, los padres pueden prestar atención a sus señales corporales.

Mindfulness invita a mirar hacia adentro para conocerse mejor.

Un poema sobre Mindfulness

Así lo describe Cecilia Abregú en su poesía “¿Por qué los cuentos?”:

En los encuentros de Mindfulness
escuchamos las voces y los cuentos, los silencios.
Los pájaros sin hilos
se enhebran con los ocres y amarillos.
Encendemos las emociones,
los colores, la imaginación, la risa,
nuestros miedos escondidos,
la tristeza detrás de los enojos.
El cuerpo nos susurra:
¿Duele? ¿Dónde va el dolor cuando lo escuchamos?
El viento que arrasa, los días tormentosos,
la brisa, la alegría, el dolor
…también pasarán.

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