Referente de Las Leonas en los últimos años, Delfina Merino superó un 2019 complicado por las lesiones y a fin de año volvió a jugar. Aquí repasa su rica trayectoria y afirma que el gran desafío es subirse a lo más alto del podio en las olimpíadas, algo que el seleccionado femenino de hockey nunca pudo lograr.
Delfi Merino creció mirando cómo el seleccionado femenino de hockey sobre césped se convertía en Las Leonas y se ganaba el respeto y la admiración de todo el mundo. Cuando ella tenía 12 años y ya llevaba el palo a todos lados, gritó como loca el primer campeonato mundial que obtuvo nuestro país, en Australia 2002, con una Luciana Aymar que ya había obtenido el año anterior el primero de sus ocho premios como mejor jugadora del mundo.
Delfi jugaba desde los seis años en el club Banco Provincia, que desde siempre fue su segundo hogar, ya que sus padres eran gente del club. “Me crie en Vicente López, vivía muy cerca del club. Y seguía a Las Leonas desde muy chica”, afirma.
Cuando veías los partidos por TV, ¿te imaginabas que podías llegar ahí?
La verdad que desde esa edad soñaba con jugar en la selección. Lo miraba por TV y era una fanática más.
¿Cuándo debutaste en primera?
En mi primer año de quinta división, cuando tenía 16. Estuve en los seleccionados juveniles de Buenos Aires, y en 2008 me llamaron para las Leoncitas.
¿En ese momento tu club en qué categoría estaba?
En la C. Me vinieron a buscar de clubes de la A, pero yo, aún sabiendo que jugando en la A podía llegar más fácilmente a las Leonas, les dije que no. Quería llegar representando a mi club. En 2008 ascendimos a la B y en 2013 a la A, donde seguimos estando y llegamos a salir campeonas. Es un orgullo que tengo. No estaba en mi esencia vestir otros colores, el club es mi familia, son mis amigas.
En 2009, todavía con edad de juvenil, tuviste tu primera convocatoria a Las Leonas, ¿la esperabas?
En ese momento había grandes jugadoras en la selección mayor, no era nada fácil llegar. Fue un gran desafío y una gran felicidad.
Al año siguiente te llegó el primer mundial, en Rosario. ¡Y lo ganaron!
Sí. Era la más joven del equipo, que estaba lleno de jugadoras ya consagradas, las mismas que yo veía en la tele, como Lucha Aymar, Sole García, Mariné Russo, Claudia Burkart, …
¿Cómo fue tu primer entrenamiento con Lucha?
No podía creer que iba a entrenar con ella, imaginate… Estaba emocionada, nerviosa… Ella me pasaba la pelota y me costaba pararla… Fue todo un tema, pero no tardé en acostumbrarme, y lo llegué a disfrutar mucho. Y con el paso de los años, sobre todo en los últimos tiempos de Lucha en el seleccionado, formamos una muy linda amistad. Y hoy sigo teniendo esa relación con ella.
¿Te imaginaste que ibas a llegar vos a ese título de mejor jugadora del mundo?
No, es algo que ni siquiera había soñado, como sí lo había hecho con vestir la camiseta argentina. Ya en 2015 había estado nominada, y cuando no lo gané dije “Guau, me hubiera gustado”. Así que cuando en 2018 me lo dieron lo tomé como un reconocimiento muy lindo.
¿Pensás que 2017 fue tu mejor año?
Puede ser, fue uno de los mejores. Salí goleadora de la World League… fue un año que disfruté mucho del hockey.
¿Te considerás una jugadora de hockey profesional?
El hockey es amateur, pero la alta competencia exige una manera de encararlo con profesionalismo. No hay posibilidad de vivir del hockey. Sí podés avocarte a él gracias a las becas del Enard, pero cuando el hockey termina tenés que buscar otro modo de vivir.
Incluso habiendo sido la mejor del mundo.
Sí, y creo que a Lucha, que fue la mejor durante ocho temporadas, le pasa lo mismo.
¿Pensás que está bien así, o sería bueno que se profesionalizara?
Es un tema complicado ese, no tengo una postura definida. Me genera pensamientos encontrados, porque por un lado el profesionalismo serviría para vivir del hockey pero por otro lado me pongo a pensar si me iría de mi club por dinero… y no, no lo haría bajo ningún concepto. Sí jugué afuera, en Amsterdam, dos años, en 2010 y en 2016-17; me encantó la experiencia, porque el hockey holandés es el mejor del mundo.
En forma paralela a tu carrera deportiva, estudiás Derecho, en la UBA. ¿Cuándo empezaste?
En 2008, apenas terminé el colegio. Pero la fui haciendo muy tranquila. En estos años, la prioridad uno fue la familia, dos el hockey y tres la facultad, porque no tenía apuro para recibirme. Ahora me faltan solamente un par de materias.
Cursada, parciales, finales, entrenamientos, viajes… ¿cómo hiciste para conciliar todo?
Es difícil, pero no imposible. Por eso siempre les digo a las más chicas que tienen que estudiar, para el día en que el hockey se acabe. Además, estudiar te da otro desarrollo mental, herramientas para poder poner la cabeza en otra cosa que no sea la burbuja del hockey.
Se vienen los Juegos de Tokio, ¿cómo se preparan?
Entrenando mucho. Es una ilusión muy grande que tenemos todas las jugadoras. Va a ser muy importante el proceso de los meses que faltan.
Es el último título que les falta a Las Leonas.
Sí, eso es real. Vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que las cosas salgan bien.
Las ganas de ayudar
Delfina Merino es parte de Huella Weber, un programa social de la empresa Weber, fabricante de materiales de construcción. La referente de las Leonas apadrina un merendero en Icaño, un pequeño pueblo de Santiago del Estero: “Elegí ese porque el merendero ya existía, acudían a él alrededor de 200 chicos, pero funcionaba debajo de los árboles, no tenía sede. Como embajadora del programa, intercedí para que la empresa les diera los materiales para construir el edificio”.
Para ella, lo mejor fue visitar el lugar: “Fue muy emocionante, porque es gente que tiene muchas carencias y vive la vida a pulmón. Darles una mano fue una satisfacción muy linda. Apenas pueda voy a volver”.