Rodrigo Bauni es el creador de uno de los chocolates más innovadores que se hacen en el país. Productos de excelencia, que lograron captar el gusto y la atención de personajes como Emmanuel Macron, presidente de Francia. Aquí cuenta sus secretos.
Rodrigo Bauni no la pasaba mal. Viajaba por Estados Unidos con amigos, pintaba, se sumergía en diversos proyectos y frecuentemente visitaba los bares under del jazz neoyorquino. Pero al regresar a Buenos Aires sentía que aún tenía una deuda con su gran pasión: la gastronomía. Ya había pasado por Bellas Artes, diseño gráfico y arquitectura. Había trabajado en agencias de comunicación y de publicidad. Pero el insistía en que la gastronomía era “el lugar en el que estaba a gusto, mi lugar de pertenencia”.
Fue por eso que con un amigo decidieron abrir una pastelería, que fue creciendo con el correr de los años y en la que se interiorizaron en el chocolate. La relación de Rodrigo había nacido de chico a través de su tío, que se dedicaba a este rubro en el sur del país. “Me conectaba emocional, sensorial y afectivamente, por el vínculo que me transmitió mi tío”, asegura.
Y fue así que nació Purocacao. El gran proyecto de Bauni, su gran apuesta.
¿De qué se trata Purocacao?
Purocacao es el sueño de un testarudo. Hacer algo que tiene que estar bien. Bien desde la concepción. Apuntamos a tocar la fibra íntima.
¿En qué se destacan?
Para lograr conmover hay que trabajar ese efecto. Hay un trabajo desde el diseño y el packaging, en donde es muy sutil. Tratamos de trabajar con la mejor materia prima que se pueda conseguir y cuidarla. Esto es trabajar la parte artística, la presentación y también hacerlos ricos y memorables.
Entre las medallas que ostenta Rodrigo está haber participado junto a Purocacao en ferias en Europa, en el Teatro Colón y en la embajada de Francia, en donde lograron cautivar a un cliente particular.
¿Qué devoluciones han tenido?
Tuvimos suerte también de conectarnos con buena gente. De trabajar con Chandon. Macron (Emmanuel, presidente de Francia) nos escribió una carta para felicitarnos, logramos movilizarlo. Y esas cosas te reconfortan, el esfuerzo va tomando sentido. Pero más allá de estos ejemplos, siempre me intriga la reacción de los clientes. Ver las expresiones en la cara cuando los ven, cuando los prueban. Es una grata sorpresa. Como que bajan la guardia.
¿Qué es lo que van a probar?
No va a ser un chocolate más. Los va a sorprender. Cuidamos mucho el producto, con qué lo acompañamos, cada uno tiene su propia huella, su ADN. Tratamos de contar la historia de cada producto según cómo la interpretamos.
¿En qué se diferencian del resto?
Hay grandes exponentes de chocolate en Argentina. En nuestro caso queremos contar una historia integral. Diseñar nuestro propio packaging: sofisticado pero simple. Y que cuando abras y veas los bombones, cada uno tenga una identidad muy marcada, con diferencias que no sólo estén en la estética, sino también en el producto.
¿Y qué identidades se pueden encontrar?
Tenemos bombones de distintos varietales de vino, de distintas regiones, cada uno muy diferente al que está al lado. Tenemos un bombón de peras de un destilado que se llama cristalino y la idea es capturar la esencia de ese producto, sabor y aroma, y que te movilice sensorialmente. Tenemos un bombón de roquefort que lo ves y ya sentís esa presencia de los colores del queso. La idea es sorprender.
¿Qué otras variedades tienen?
Un bombón notable es el de mandarina y rocoto, que es entre dulce, ácido y picante. Tenemos los del whisky Macallan, que son impresionantes. También una colección en la que hacemos tragos con ese whisky, un old fashion en un bombón. Nuestro proyecto no es tímido, sorprende. Por supuesto que tenemos también los sabores tradicionales. Siempre con el objetivo de tocar la fibra íntima. Es nuestra pasión. La pasión del equipo con el que trabajo, es lo que nos caracteriza. Tratamos de mantener una consistencia en el producto. Seleccionamos nuestro cacao, que es exclusivamente de origen americano, por ser la cuna del cacao.
¿Cómo los ha encontrado la crisis ocasionada por la pandemia?
Me bajé del avión el 5 de marzo para abrir un local, con un montón de planes. Tuvimos que clavar los frenos, recalcular y potenciar todo lo relacionado a las redes. No somos un producto masivo y si bien está muy difícil, contamos con mucha gente que nos elige. Nosotros estamos subsistiendo, trabajando un montón de acá para allá, y también cuidándonos mucho.