El prodigio sigue asombrando


Horacio Lavandera ya tiene 40 años y una trayectoria de más de 25, siempre haciendo maravillas con su piano. En junio volverá a tocar en Nordelta, donde brilló en un par de oportunidades ya lejanas en el tiempo. En esta entrevista repasa su carrera musical y anuncia el audaz repertorio que presentará.

Texto: Juan Martín Roldán

El nombre de Horacio Lavandera se impuso como un huracán en la música clásica argentina y mundial hace ya más de dos décadas. Aquel niño prodigio deslumbró a propios y extraños con sus mágicas interpretaciones de sinfonías y conciertos para piano, y dejó su huella en Nordelta desde sus mismos orígenes, cuando la ciudad apenas asomaba. Hoy Horacio tiene 40 años, ya no es un niño ni un adolescente, pero sigue siendo un prodigio de las artes musicales, uno de los pianistas latinoamericanos de mayor proyección internacional.

Volverá a tocar en Nordelta en el próximo mes de junio, y como anticipo de esa presentación se prestó a una charla con esta revista. Conserva aquella cara de chico lleno de asombro y la sonrisa cálida que siempre lo caracterizó, pero hoy luce más aplomado, seguro de sus palabras y quizás liberado de la autoexigencia que su actividad y su propia forma de ser demandan. “Hace cinco años comencé a hacer terapia”, confiesa. Algo que coincidió con la muerte de su padre y mentor, José María, en julio de 2020. 

–¿Cómo estás Horacio?

–Bien, muy bien. Vengo de hacer el año pasado una gira por toda la Argentina, muchas de sus ciudades más importantes, todas con el mismo programa, y también estuve en Estados Unidos, en mayo del año pasado toqué en el Carnegie Hall de New York. También estuve inaugurando una sala de conciertos en la Universidad de Miami, hice conciertos en Minnesota… Así que fue una gira muy hermosa con un repertorio muy enfocado en Estados Unidos, con mucho hincapié en Gershwin y en música clásica. Y también de un compositor muy importante argentino de un pequeño pueblo de Salta, Dino Saluzzi, me alucinan muchísimas obras de él. 

–Llevás alrededor de 25 años de carrera, ¿no?

–Yo empecé a ganar concursos, se podría decir de modo profesional, con 13 años.

–Entonces son 27 años, ¿qué hitos podés reconocer en esta trayectoria?

–Hay muchas decisiones que fui tomando a lo largo de mi vida que no se resumen en mi vida profesional, sino en toda mi vida. No la puedo desligar de la música, por supuesto. Entonces, si vos querés que te conteste algo práctico, vamos a mi currículum. A los 16 años gané en el concurso Umberto Micheli en Milán, trabajé con Maurizio Pollini, grandísimo pianista italiano, luego toqué en grandes salas de Europa, hice giras con la Orquesta de las Américas con sólo 18 años. Antes, con 16, fue mi debut en el Colón y en la Scala de Milán. Esos y otros posteriores fueron grandes hitos. Pero si vamos a algo más profundo, creo que todo empezó cuando estaba en la panza de mi madre, cuando ella estaba acompañando los primeros pasos de ballet de mi hermana, escuchando música clásica, escuchando Bach, Tchaikovski… Y bueno, ya yo nací en un ambiente muy propicio para la cultura y fui tomando la decisión de ser músico con muy poquitos años. El acompañamiento de mi familia fue clave para mí, algo bellísimo.

–¿En algún momento tuviste que decidir la dedicación plena a la música?

–Fue como algo… natural. Pero es cierto que a los 12 años yo le planteé a mis padres que me quería dedicar seriamente a la música y ahí hubo ciertos conflictos. Yo ya quería empezar a prepararme seriamente para concursos, quería tomar el riesgo de dedicarme a eso. Había inicialmente una resistencia de parte de mi madre, pero mi padre me acompañó en todo momento. Y así fue que dejé el colegio y me empecé a dedicar a estudiar 12 horas por día. Fue un proceso de decisiones complicadas, tan complejas a nivel psicológico, a nivel familiar, a nivel económico, a nivel de todo tipo.

–¿Y dentro de la música tu opción siempre fue el piano o en algún momento hubo otra cosa?

–No, siempre fue la música como algo global. Yo quería convertirme en una persona muy instruida, que pudiera abarcar muchísimas culturas. Eso me persigue siempre. Y el piano es el mejor vehículo para organizarte culturalmente, porque es el instrumento más completo. Te permite componer, dirigir orquestas, hacer arreglos independientes, vincularte con la música de un modo mucho más rápido y más efectivo que cualquier otro instrumento. Sí, el piano es el instrumento rey perfecto.

–¿Te sentís más cómodo como solista o acompañado con una orquesta?

Me siento bien tanto en una posición como en la otra, lo hago desde que tengo 13 años, siempre con tanta pasión a la hora de tocar solo o con orquesta. Los solistas tenemos un enfoque muy personal, muy particular, y tenemos que contagiarlo al resto de los músicos que quizás tienen que ir estudiando o viendo la obra de un modo totalmente distinto.

–Tu profesión demanda perfección, ¿cómo manejás la autoexigencia?

–Al punto que me permita vivir tranquilo. Es claro eso, ¿no? Puede ser impertinente, pero tiene que haber un límite. Así que lo único que puedo decir es que desde hace cinco años hago terapia. En estos últimos 20 años, 15 años están apareciendo cada vez más recursos psicológicos y de terapia grupal para ir acompañando las distintas dificultades que puede ir teniendo un artista a lo largo de los años. Perfección puede ser una palabra muy diabólica, pero entiendo que como artistas tenemos que buscarla. En el caso mío particular, me fascina todo lo que tiene que ver con todos los detalles, por ejemplo, las distintas velocidades de pulsación de la tecla, los colores, entre comillas, que se pueden lograr con mi instrumento. Y todo esto trato de llevarlo a la máxima expresión y para eso necesito trabajar mucho, perfeccionarme en ese camino. Hay muchos movimientos implicados, está todo el cuerpo, está la respiración, está todo mi ser, la parte espiritual y todo lo que va a resonar en ese piano.

–Pasemos al repertorio, ¿lo elegís vos en cada gira, en cada presentación?

–Sí. Y ahora tengo un repertorio muy interesante, muy hermoso, que estoy presentando para el concierto de Nordelta del 28 de junio. Desde el año 2008 que no toco ahí.

–¿Con qué se va a encontrar la gente de Nordelta que no te ve desde aquel momento? Han pasado 17 años.

–Me cuesta mucho decirlo a mí. Hay cosas muy parecidas. Sigo buscando, digamos, los mismos detalles. Pero podemos estar hablando cinco horas de lo que me pasó desde ese momento. En esencia soy la misma persona y voy a presentar otro repertorio, muy ligado a un proyecto que estoy armando y que está definiéndose para ir a Liverpool, la ciudad de Los Beatles. El concierto está dedicado a Beethoven en la primera parte, con dos canciones muy populares inglesas, a las cuales Beethoven les hizo variaciones, y luego vienen las Variaciones Diabelli. Es una obra central dentro de la existencia del instrumento piano, una obra maravillosa, gigante. Dura casi una hora y Beethoven no las llama estrictamente variaciones, sino transformaciones. Hay algunas transformaciones que duran unos cuantos segundos. Y luego hay transformaciones que duran cinco o seis minutos, sobre una canción muy popular austriaca, un vals.

–¿Cómo sigue el repertorio de tu concierto?

-Elegí a Gustav Mahler como uno de los referentes más importantes de Los Beatles a la hora de hacer canciones, me pareció muy interesante.

–Eso está explícito, ¿Lennon y McCartney hablaban de Mahler?

Parece que sí. Tiene su lógica, porque Gustav Mahler se convirtió en uno de los compositores más populares luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando ellos eran unos niños, así que no me extrañaría nada que estuvieran escuchando la radio en Liverpool, sonaran estas melodías de Mahler y ellos intentaran tocarlas, Paul tenía un piano en su casa, su padre tocaba. Y me pareció muy interesante conectar Mahler con Los Beatles y esas sí son versiones mías por completo, lo mismo que las de Gustavo Cerati. Así llevo todo esto a mi mundo emocional, el mundo de la música clásica. O sea, llevo algo muy popular hacia variaciones, hacia fugas, canon y todos los procedimientos de la música clásica, aunque también algo de música de vanguardia e improvisaciones. Todo ya lo pueden escuchar en mi canal de YouTube, pero va a ser la primera vez que lo voy a hacer en vivo.

–Tuviste apariciones en recitales de rock, como el de Ciro y Los Persas en 2019, pero va a ser la primera vez que lo interpretes en un concierto tuyo, ¿no?

–Si llamamos rock al oficio de Gustavo Cerati, es la primera vez que voy a tocar eso. Aunque trasladado a la música clásica. Y sí, claro, esto lo puedo hacer porque tengo una formación como compositor, compongo permanentemente.

–¿Qué buscás en tus composiciones? ¿A qué te orientás?

Tengo muchas vertientes. Algo en temas nacionalistas, como una serie de danzas, un tango, una chacarera, una zamba para cuatro manos que las estrenó todas, un dúo, una pianista japonesa y un pianista alemán. Estrenaron todas estas piezas en Alemania. Tengo grabados como 40 opus míos.

–¿Cuándo empezaste con la composición?

Es algo de toda la vida. Tuve siempre profesores de composición, desde muy pequeño. En YouTube hay composiciones de cuando era más pequeño. Tengo algunos homenajes a Gershwin también, que era una composición de cuando tenía ocho años, todavía me queda grabar eso. Y después tengo toda una parte que tiene que ver con las ciencias. Me interesa mucho, siempre me pareció que había un camino ahí para la música, para el desarrollo infinito.

–Es curioso eso, ¿no? Porque uno en principio piensa la matemática o la física como ciencias exactas, duras, en contraposición con las artes y su lado creativo. ¿Cómo unís esos dos caminos?

Bueno, no hay ninguna contraposición en realidad. Están  ligados. Si no, no tendría ningún sentido todo el trabajo de Leonardo da Vinci por ejemplo. Los más grandes creadores se han nutrido de la matemática, la física y la astrofísica para crear sus mejores composiciones, sus mejores obras. Por eso no es nada sorprendente, es lo más natural para lo que es el conocimiento.

–¿Tenés algún sueño pendiente? 

–Sí, claro, miles de sueños. ¿Te digo uno? Me gustaría volver a formar mi propia orquesta, que tuve hasta que falleció mi padre. Él la organizó y era el director ejecutivo. Me gustaría organizarla, hacer conciertos desde el piano, de Mendelssohn, de Schumann, todos los de Gershwin. Me gusta como desafío para el futuro.

–Cerremos la entrevista con el top tres de tus compositores favoritos.

–Beethoven es el primero, sin lugar a dudas. Luego Mozart y Johann Sebastian Bach. No en este orden, porque no tengo número tres. Sí tengo que nombrar a estos tres. Mozart y Beethoven por la cantidad de obras. Pensá que me voy a morir y no voy a poder tocar todas las obras para piano de estos compositores. Estamos hablando de una cantidad abrumadora de obras, es impresionante. Y luego la calidad. Cada obra es un mundo.

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