El destacado frigorífico situado en Pacheco fue adquirido por Rodolfo Costantini 50 años atrás. En todo este tiempo no solamente sorteó las diferentes situaciones que atravesó la Argentina, sino que se mantuvo como líder en su rubro, tan importante para el país.
Rodolfo es el segundo de los trece hermanos Costantini. Hoy tiene 81 años, y desde muy joven es sinónimo de la industria frigorífica argentina, tanto que es un protagonista central de ella en las últimas cinco décadas. Precisamente en 1974 adquirió el frigorífico Rioplatense, que se ha mantenido como un referente ineludible del sector, fundamental para la economía y la identidad argentina.
El vínculo entre Rodolfo y este mercado comenzó cuando él tenía 23 años, al ingresar en la Consignataria Ganados. En 1968, junto a dos socios fundó Haciendas Argentinas, una consignataria de hacienda por sistema de venta directa en media res. Tres años más tarde, tuvo la oportunidad de hacerse cargo de un frigorífico que estaba en dificultades económicas y financieras: Penta, un establecimiento de capitales argentinos que tenía una planta en Quilmes. Fue un gran desafío, que logró sacar adelante con la ayuda y el trabajo de su padre y varios de sus hermanos. A mediados de los ‘70, Penta faenaba unas 270 mil cabezas anuales, lo que constituyó el espaldarazo inicial de Rodolfo.
Con ese antecedente, se animó a ampliar su grupo empresario al comprarle a los hermanos Beamonte el frigorífico Rioplatense, que estaba ubicado en General Pacheco y era extremadamente moderno para su época, con aproximadamente 300 mil cabezas anuales. La expansión continuó y llegó a su punto cúlmine en 1977, con la adquisición del 70 por ciento de Swift, que era una empresa gigantesca, de producción muy diversificada, y formó parte del grupo durante varios años.
A lo largo de este medio siglo, el holding atravesó muchos momentos difíciles, y de todos ellos el más problemático se dio en 1991, con la compra de Santa Elena, otro gran frigorífico que había sido fundado por capitales ingleses y estaba ubicado en la provincia de Entre Ríos. “Compré Santa Elena creyendo que era algo parecido a Swift, pero me compré un pueblo, fue un desastre. Tuvimos que cerrarlo en 1993 y afrontar pérdidas millonarias en dólares que comprometieron a todo el grupo”, relata Rodolfo. En 1994, Rioplatense procesaba más de 90 mil toneladas de carne anuales, con ventas por alrededor de 165 millones de dólares. Sin embargo, los graves problemas ocasionados por el mal negocio de Santa Elena tardaron muchos años en solucionarse. Finalmente, lograron salir adelante, cancelar las deudas y resurgir como el ave Fénix.
Hitos y razones del éxito
Rodolfo tuvo siempre muy en claro que innovar era fundamental para el crecimiento a largo plazo. Por esa razón, en 1978 pasaron de comprar la hacienda en pie a adquirir ya faenada la media res en gancho: “Esto fue una innovación que nosotros impusimos en el mercado y que finalmente se popularizó. Nuestra idea siempre fue vender a los distribuidores de carnicerías, ir del campo directamente a la boca de venta”, recuerda.
También incorporaron la fabricación de hamburguesas, primero enfriadas y luego con la producción de hamburguesas congeladas. En 1984 lanzaron la marca Good Mark, que fue un éxito absoluto.
Otro hito se dio a principios de los años 2000, cuando comenzó una fuerte exportación hacia Rusia. Y en 2013 se expandió la capacidad productiva al construir una planta de seis mil metros cuadrados destinada al procesamiento, empaquetado y despacho de carne porcionada para abastecer a más de 110 tiendas de los supermercados Carrefour en el Gran Buenos Aires. Así, la carne comenzó a salir del frigorífico envasada en bandejas, acondicionada para la venta en las góndolas y hasta con el precio colocado para el consumidor final.
Los años 2015 y 2016 fueron buenos, ya que toda la industria frigorífica argentina tuvo un fuerte empujón debido a la aparición de China como comprador mundial de carnes. Rioplatense hizo importantes inversiones para mejorar y ampliar la capacidad operativa de la planta.
A partir de 2019, decidieron realizar la inversión más importante jamás realizada en el frigorífico, construyendo una nueva planta de frío con una segunda sala de máquinas, un túnel de congelación continuo, una sala de paletización automática y un depósito de palets congelados. Este verdadero Centro Logístico permite almacenar todas las cajas de productos congelados, que se exportan principalmente a China.
Al celebrar los 50 años de Rodolfo en Rioplatense, la capacidad de procesamiento del frigorífico ha alcanzado 2.000 cabezas de ganado y más de 300 toneladas de carne deshuesada por día. Los productos de Rioplatense se distribuyen a nivel nacional y están habilitados para la exportación a más de 50 países. Rodolfo destaca: “Es un frigorífico excepcional. Nuestra línea de productos incluye cortes enfriados, congelados, porcionados para supermercados mayoristas y minoristas, y carne cocida y marinada para servicios de catering en todo el país”.
Además, la grasería industrial procesa grasa y hueso provenientes de la faena y desposte.
“Los 50 años de Rioplatense son un hito, tanto para mí como para la industria. No creo que exista otro frigorífico en Argentina que haya durado tanto tiempo con la misma razón social y los mismos dueños”, destaca Rodolfo con orgullo, quien ya ha delegado la gestión diaria del frigorífico en su hijo Martín: “Yo intervengo en decisiones estratégicas, pero toda la operación la maneja él. Ha hecho crecer muchísimo a la compañía y tiene mucho mérito”. Martín también reconoce que las decisiones principales siguen siendo tomadas por su padre: “Antes de hacer cualquier cosa de trascendencia, lo consulto con él. Porque es la persona que más sabe de este negocio y es un lujo poder contar con él”.
Además de Martín, otros tres hijos de Rodolfo desempeñan funciones en la empresa: Nicolás también es parte de la conducción, mientras que Pía dirige el área de Marketing y Gian colabora en la venta de las exportaciones. “Rioplatense no fue el primer ni último frigorífico de papá, pero sí el que más quiso”, sintetiza Nicolás. Y Rodolfo concluye: “Rioplatense es una gran familia, la gente que trabaja tiene mucho talento y compromiso , todos estamos muy ligados, tratamos de apoyarlos y ayudarlos. Siempre les transmitimos la importancia de ir hacia adelante y de no bajar nunca los brazos. Lo más importante de las empresas es su gente, las personas que trabajan allí, los equipos que se forman: sin ellos la empresa no existe”.