El Disney Dream, de la línea de cruceros Disney, conjuga placer, belleza y diversión para toda la familia. Un equipo de Revista Nordelta viajó reciente a bordo de esta mágica nave y aquí relata su experiencia.
Pocos días después de regresar de unas vacaciones en la Florida, a través de un llamado telefónico llegó a Revista Nordelta una invitación para volver a Bahamas. Sí, otra vez el destino Bahamas, pero esta vez para vivir la experiencia Disney a bordo de Disney Dream, uno de los barcos de la flota de Disney Cruise Line, que zarpa de Puerto Cañaveral, a una hora de Walt Disney World, con destino a Nassau y Castaway Cay.
Tomamos un vuelo de la aerolínea panameña Copa, vía Panamá, y en unas pocas horas llegamos a Orlando. Allí nos hospedamos en Dolphin Resort, uno de los imponentes hoteles situados dentro del predio de Disney, y un día antes de iniciar el itinerario por el Caribe visitamos dos de sus magníficos parques: Animal Kingdom y Magic Kingdom.
Nuestra increíble experiencia comenzó cuando nos pasó a buscar por el hotel un bus ploteado que simulaba ser un crucero, con Mickey de capitán. Una hora más tarde ya estábamos a bordo del Disney Dream, para iniciar nuestro mágico viaje de tres días por las Bahamas.
Si bien es nuestro séptimo viaje en crucero, este tiene un sello distintivo y único, como todo lo que hace Disney. Lo primero que sorprende es la calidez de su gente en el mismo momento de abordar el barco: un tripulante nos preguntó nuestro nombre y anunció por megáfono: “Welcome Juana and Sol!”. Al igual que este, cada detalle es atendido por la tripulación en forma personalizada y está pensado para envolverte por tres días en el mundo de fantasía que Disney propone.
En el crucero todo es mágico: Pluto, Mickey, Rapunzel, Elsa, Ana, Bella y las Ardillas Chip y Dale, entre otros personajes, sorprenden y regalan fotos y sonrisas por doquier. La cuidada estética de cada espacio, sin ser excesiva, trae elementos de Disney a lo largo y ancho del barco: cuadros de los inicios de Walt Disney, algunos con movimiento, como un cuadro vivo de un navío en llamas; los espejos del baño y asientos en el restaurante con las orejas del ratón Mickey; estatuas y alfombras, reglas en escala evocan la época dorada de los transatlánticos.
Nuestro camarote, con terraza al mar, era amplio y muy confortable, con la particularidad de tener el baño compartimentado. Un servicio de camarero personalizado nos dio la bienvenida con champagne y quesos, y cada noche nos dejaba una appetizer de chocolate, como monedas de pirata. Nos sorprendía con regalos para la playa alusivos a Mickey, así como con pañuelos para disfrazarnos de piratas.
A la vanguardia de la última tecnología, las noticias diarias nos llegaban al instante por la app descargada en el móvil o por TV, para poder chequear excursiones, funciones de teatro, horario para el spa, horarios de restaurantes y hasta para controlar nuestros consumos. El buen gusto del mobiliario en todo el barco nos hizo sentir muy a gusto.
A los cruceros Disney los identificamos con los niños, es cierto, pero son mucho más: Disney Dream abarca las expectativas de adolescentes, adultos y más grandes. La belleza y el lujo, tanto del barco como de los destinos elegidos en tierra, hacen del crucero Disney Dream un viaje paradisíaco.
Entretenimiento para todos
En Disney Dream, la diversión está dividida según las edades de los chicos. Para los más chicos, hasta los 12 años, Oceaneer Club; Edge para los chicos de entre 11 y 13 años, y Vive para teens de entre 14 y 17.
Recorrer el Oceaneer Club es querer ser niño otra vez, ya que es un sueño para los chicos y la tranquilidad para los padres. Nos recibió una original y novedosa máquina lavadora de manos, que sólo con poner las manos unos 30 segundos las deja limpias y frescas. El cuidado de la limpieza es prioritario en todo el barco.
Los más chiquitos, de pocos meses y hasta los tres años, quedan al cuidado de las baby sitters en una confiable y confortable nursery. Los de entre tres y once años, tienen actividades para todos los gustos. Con el cuidado de personal idóneo, los padres pueden dejar a sus hijos a partir de las nueve de la mañana, ¡y los chicos no ven la hora de que sean las 9 para correr a divertirse!
En el centro del club, una tablet interactiva gigante de piso invita a los chicos a jugar con los pies. Y así empieza el recorrido por el Oceaneer Club para descubrir los espectaculares rincones que tiene preparados para los chicos. Sin duda se destaca el sector de Star Wars, con un juego de simulación para manejar tu propia nave junto a Luke Skywalker y el robot R2D2.
También está el cuarto de Andy de Toy Story y Pixie Hollow, inspirado en las aventuras de Campanita, el hada de Peter Pan. Todos con distintos juegos interactivos, donde los chicos pueden encarnar a sus personajes favoritos.
También hay un sector para dibujar y hacer manualidades, y el Oceaneer Lab, donde se organizan actividades muy diversas, desde hacer un experimento, cocinar o construir un barco.
Disney Dream Edge es el espacio para los adolescentes de entre 11 y 14 años, donde además de encontrarse con chicos de su edad juegan al metegol, al pool, cantan y bailan. Se organizan distintos campeonatos, con el objetivo de que los chicos se diviertan y sociabilicen.
Vive es, sin duda, el elixir para todo adolescente, ambientado como una disco. Se organizan bailes, juegos, campeonatos de básquet, entre otras cosas. Tiene una barra donde les preparan tragos sin alcohol. Y son la envidia del resto de los pasajeros, ¡tiene piscina propia! Para los más grandes se organizan salidas de campamentos en los puertos.
Para los adultos están los clubes nocturnos, para ir a bailar y disfrutar la noche.
Aventuras en aguas dulces
Y para tener una aventura con adrenalina, nos animamos a tirarnos del Aquaduck, una montaña rusa de agua. De a dos en un gomón, nos deslizamos a una velocidad vertiginosa por un tubo circular compacto que contiene agua en su base, por el que caímos en forma vertical en un gran recorrido con curvas de 90 grados que dura sólo 45 segundos por todo el costado del barco, pasando por la chimenea de proa y cuatro cubiertas abajo. Por supuesto salimos empapadas y divertidas por la hazaña lograda.
Otro juego en el agua es el Mickey’s Pool, para los chiquitos, con un tobogán de agua y para chapotear en las orejas de Mickey. Y para los más pequeños está Nemo`s Reef, con fuentes y sifones con personajes de Buscando a Nemo.
Donald’s Pool es la piscina principal, con dos hidromasajes, donde disfrutamos fiestas nocturnas en cubierta y películas en la piscina.
La fiesta de la noche de los piratas en la cubierta fue otra de nuestras grandes diversiones, todos disfrazados con los pañuelos que nos habían dejado en cada camarote más la invención que cada pasajero agregó para transformarse en un verdadero pirata de altamar. Convocó hasta pasada la medianoche a bebés, niños, jóvenes y más grandes. Todos bailaban sin parar y vibraron cuando, como broche final, miles de fuegos artificiales brillaron en el cielo en una noche templada.
Restaurantes para todos los gustos
El Disney Dream tiene restaurantes para todos los paladares, uno de los más divertidos es el Animator Palate, con pantallas a los costados donde Crush parlante nos pregunta de dónde somos y nuestros nombres, nos contesta, conversamos y al segundo está del otro lado hablando con otros huéspedes, y así va rotando continuamente y alegrando a todos los comensales.
Inspirado en Cenicienta, el restaurante Royal Palace nos transporta a la realeza, las arañas en los techos como coronas de princesas, los platos, hasta los días de gala los asistentes nos reciben con uniformes de capitanes.
Y si queremos hacer de la comida un verdadero disfrute, en el lujoso restaurante Palo probamos los manjares imperdibles de su chef Lucio Davide Spano, un verdadero maestro de la cocina italiana.
Por las mañanas, el desayuno del Cabana es una fiesta para los sentidos, impacta la decoración, como su señalizador de calles bajo palmeras que emulan las calles caribeñas, los murales multicolores en sus paredes y la múltiple elección de cafés, frutas, embutidos y dulces, que nos hizo empezar cada día con energía.
Destinos bien elegidos
Nuestra primera parada fue Nassau, la capital de las Bahamas. Tomamos un taxi para ir al famoso acuario, que se encuentra dentro del Hotel Atlantis. El taxista manejaba la limousine con el volante a la derecha, al estilo inglés. Nos maravilló convivir con los peces, rayas, tiburones, delfines y langostas al alcance de nuestra mano, a través de un vidrio. Más tarde disfrutamos en la playa Paradise de arena blanca y agua turquesa. Visitamos los delfines que, obedientes, hacían piruetas en el aire.
De vuelta al barco pasamos por la casa de gobierno con el monumento de Cristóbal Colón, que en el año 1492 llegó a estas tierras.
La fantástica isla Castaway Cay es la isla paradisíaca privada de Disney en las aguas tropicales de las Bahamas, reservada exclusivamente para los pasajeros de Disney Cruise Line. En un entorno de aguas cristalinas de color turquesa, playas de arena blanca en polvo y exuberantes paisajes, la isla de 1,000 acres ofrece áreas y actividades únicas para cada miembro de la familia. Una playa exclusiva para adultos, otra para deportistas, otra para familias.
Su servicio es de primera y muy bien organizado, almuerzo buffet a la parrilla. Visitamos las tres playas mediante el recorrido de su tranvía, que las une constantemente en un camino rodeado de palmeras.
Hicimos relax en sus salvavidas transparentes, se podía recorrerla en bicicleta, hacer carreras de cinco kilómetros o hacer snorkel, tirarse por el tobogán de agua… Algunos novios la eligen para casarse.
Teatro y spa
La espectacularidad de obras al estilo Broadway en su magnífico teatro de tres pisos deleita al público de todas las edades. No nos perdimos ninguna de sus obras fantásticas y emotivas: The Golden Mickey, La Bella y la Bestia, y Believe’s Disney.
Pasamos por el spa ya con poco tiempo, después de haber hecho gimnasia. Se puede elegir entre duchas escocesas, hidromasaje, sauna, pero la cama de cerámica caliente es un placer para el relax, ¡no daban ganas de levantarse!
Para mejorar el look del pelo, después de tanta actividad un brushing express en el salón de coiffure resultó perfecto.
La música sonaba en muchos lugares del crucero, desde una violinista en el lobby, una orquesta en vivo que invitaba a bailar en el octavo piso, hasta el pianista canadiense Ed Kelly, que nos maravilló con sus acordes con tangos y a mi pedido tocó “No llores por mí Argentina”.
El servicio de fotografía selló nuestro recuerdo de este viaje mágico, divertido e inolvidable.