Por la buena senda

Judaica Norte y la parroquia Sagrada Familia son los sitios que tienen los nordelteños para rezar, reunirse y buscar un camino espiritual. El rabino Uriel Romano y el padre Damián Rodríguez Alcobendas cuentan cuáles son los valores que buscan transmitir

El rabino Uriel Romano y el sacerdote Damián Rodríguez Alcobendas son quienes conducen las comunidades judía y católica de Nordelta, respectivamente. En ocasiones se reúnen para planificar proyectos compartidos, iniciativas solidarias y culturales. Abiertos y generosos, accedieron a contestar una serie de preguntas sobre la actualidad de sus fieles y el aporte de sus credos a la construcción de la identidad nordelteña.

  1. ¿Cómo fue la adaptación a su nuevo destino?
  2. ¿Cómo ha visto el crecimiento de su comunidad en Nordelta?
  3. ¿Cuáles son los desafíos más notorios que enfrenta la comunidad nordelteña?
  4. ¿Cuáles son los valores que intentan transmitir?
  5. ¿Cómo se construyen y consolidan esos valores? 
  6. ¿Cuál es su misión principal?

Rabino Uriel Romano

Rabino Uriel Romano

En julio de 2018, Uriel llegó a Nordelta junto a su familia: su sposa Leila y su hijo Noah; a fines de ese mismo año nació Libby, su hija. Desde ese momento se instalaron en un barrio cercano al Centro Cívico para poder estar cerca de Judaica Norte, porque por motivos religiosos no viajan en auto en los días festivos, y para estar cerca de la comunidad y sus familias. Antes habían vivido un año en Israel (donde Uriel finalizó sus estudios rabínicos) y dos en New York, donde sirvió a la comunidad judía de Queens. 

  1. Judaica Norte es una comunidad maravillosa, pujante, joven y vibrante. Mi adaptación fue muy positiva baruj hashem (gracias a Dios), desde le Mesa Fundadora, que me abrió sus puertas y me guio durante todo el proceso de instalación, hasta los miembros de la comunidad, siempre muy alegres, solidarios y hospitalarios. La comunidad hace tiempo que tenía ansias de tener un rabino full time trabajando en la zona y desde un comienzo se mostraron predispuestos a estar y a hacer. 
  2. No llevamos ni siquiera un año viviendo en Nordelta y ya parecen muchos más. Tengo la bendición de poder guiar espiritualmente a una comunidad judía diversa, abierta, joven y vibrante. Este proceso se inició hace años bajo la guía espiritual del rabino Sergio Bergman, continuó con el trabajo diario de Andrea (nuestra directora educativa) y una comisión directiva que siempre estuvo al frente de cada proyecto y de cada paso. Me sumé a un equipo consolidado y trato de aportar mi pasión y mi conocimiento para que el proyecto de Judaica Norte siga consolidándose a diario. El crecimiento, gracias a Dios (¡y al trabajo cotidiano!), ha sido enorme en los últimos meses. Cuando llegué había apenas unas 20 familias socias y hoy hay más de 60; y estamos realizando múltiples ceremonias religiosas y actividades culturales, con muy buena respuesta.
  3. Muchas de las familias judías que se mudaron a la zona en los últimos 15 o 20 años no siempre estuvieron involucradas en la comunidad judía y en las instituciones de la colectividad. Aquí en la zona había poco y nada. El desafío más grande es volver a atraer a todas aquellas familias que por un motivo u otro no participaban, ofreciéndoles no solamente una conexión religiosa/espiritual, sino una reconexión con sus raíces a través de la cultura judía, los sabores, los bailes, la historia, la filosofía e Israel. 
  4. Los valores de Judaica Norte son los valores eternos del pueblo judío, aplicados en un contexto diverso, plural y cambiante. Intentamos inculcar una noción de tolerancia y respeto por toda cultura o credo. Una noción de hermandad y unión entre todos los seres humanos, sin distinción de origen religioso o étnico. Una conciencia de necesidad de ayudar y dar al menos favorecido, entendiendo que no es una cuestión opcional que dependa de la voluntad del corazón, sino un mandato de justicia social (tzedaká en hebreo). Un amor por el judaísmo, sus tradiciones y costumbres, que entendemos ayudan a cada quien a ser mejor persona y mejorarse diariamente. Un apego a Israel, el cual sentimos orgullosos como judíos argentinos, un lugar de referencia central en nuestra cultura. Y un mandato de luchar contra el antisemitismo y cualquier forma de racismo o discriminación. 
  5. Con el ejemplo y con demostraciones concretas. Somos una comunidad que está integrada por familias judías (de ambos lados) y familias interculturales (algún miembro judío y otro no). Esto es algo un tanto atípico en muchas comunidades judías de la Argentina, donde este hecho no está bien visto o no es aceptado. Aquí en Judaica Norte hacemos de la pluralidad y la diversidad valores centrales, y acompañamos a cada uno en su decisión personal desde el amor y la comprensión, dándole un marco de educación y vivencia a toda la familia si así lo desean. Intentamos construir también puentes con otras comunidades e instituciones de la zona, especialmente ligadas a la Iglesia Católica. Como rabino me junto de vez en cuando con el padre Damián para conversar y pensar proyectos compartidos, y también participé muchas veces de encuentros con alumnos y catequistas del colegio Michael Ham. Realizamos también todo tipo de actividades culturales, espacios de estudio y capacitación para seguir transmitiendo la herencia milenaria del judaísmo. 
  6. Poder recrear cada día un centro cultural judío vibrante, pujante, diverso, abierto e intelectual y espiritualmente desafiante para todos los vecinos. Queremos ser una “luz” que dé calor, que ilumine y que ayude en la construcción de una ciudad multicultural en la zona Norte. Queremos brindarle a todas las familias judías un ambiente cálido donde seguir nutriendo su judaísmo así como también poder brindar a toda la comunidad ampliada de Nordelta y alrededores importantes actividades culturales para seguir nutriendo sus mentes y espíritus. 

Padre Damián Rodríguez Alcobendas

Padre Damián Rodríguez Alcobendas

Durante sus 38 años como sacerdote, Damán fue párroco en distintos lugares de la diócesis de San Isidro. Antes de llegar a la Sagrada Familia de Nordelta en 2009, estuvo en Niño Jesús de Praga (Acassuso), Santa Rita (Boulogne) y una parroquia de San Fernando. Además, fue párroco misionero en Tierra Santa, Israel y Palestina. Hace tres años que vive en una casa pegada al templo parroquial de Nordelta.

  1. Fue y es un desafío pastoral. Hay gente de todos lados que se va juntando, con experiencias eclesiales y pastorales distintas, gente que estaba cerca de la iglesia y gente que no. Un ejemplo: en la diócesis de San Isidro (que comprende Vicente López, San Isidro, San Fernando y Tigre), la catequesis familiar, la reunión de padres para la primera comunión, ya es una tradición que tiene más de 40 años, por lo tanto no es novedad, pero viene gente de Buenos Aires, de San Martín, de la zona Sur, y les sorpende, para bien o para mal, esto de las reuniones. Eso es lo que hay que ir integrando de a poco.
  2. La gente se va acercando. Yo vi crecer muchos barrios; cuando llegué, Cabos del Lago se estaba haciendo y varios otros no existían. Entonces se va de a poco. La gente se va enterando… Nosotros estuvimos durante seis años en el colegio Pironio, donde funcionaba la carpa, y mucha gente veía la iglesia que se estaba construyendo y preguntaba. Todavía hay gente que pregunta si se hacen bautismos o casamientos, de a poco van enterándose, mudándose, va creciendo la participación. Pensemos que cuando empezó el padre Dani Díaz en el Pironio era un grupito que se juntaba en un patiecito, y después se acercaron un poco más con el padre Diego Díaz Pumará, y nosotros hemos pasado de la carpa a la iglesia. Ahora hay tres misas y de hecho vamos a abrir una nueva por la cantidad de gente que viene, de a poco se van sintiendo parte.
  3. La solidaridad. Tenemos la suerte de tener casas lindas, tenemos la suerte de estar bien, de ser privilegiados en un país con mucha crisis. Entonces creo que el desafío es ser canal a través de las fundaciones, de Nordelta, de los colegios, de Cáritas… tenemos que sentir el apremio por la ayuda al prójimo y la ayuda a los demás. Creo que es un desafío muy importante, humano y religioso, porque cuando lo hacés con el más pequeño de tus hermanos lo estás haciendo para Dios también; y el problema es la integración. Tenemos que tener una actitud amplia, de apertura, de la búsqueda del otro y no de la separación; a veces los miedos y las inseguridades nos hacen encerrarnos. El miedo nunca es buen consejero, entonces uno debe tratar de superar eso con confianza y crecer con la búsqueda de la propia seguridad y de la propia familia. Integrarnos es la palabra.
  4. Con todos mis defectos, con todos mis valores y con todos mis pecados, son los valores del Evangelio, los valores de Jesús, que son el valor de la búsqueda del otro, de estar cerca de Dios y del prójimo, y que nadie ama a Dios a quien no ve si no ama al prójimo que ve. Los valores de la solidaridad, del respeto, de la urbanidad, o sea el pensar en el otro más que en mí y que eso sea la regla de acción, los valores cristianos y los valores humanos por supuesto.
  5. Primero dando el ejemplo, todos, yo y la comunidad. Se construyen en nuestras casas, en nuestros barrios, en nuestras actividades, en todos lados. No tanto con la palabra, sino con el ejemplo. San Pablo VI decía en una encíclica muy famosa del año 1975, sobre la evangelización: “El mundo está cansado de las palabras, y si escucha a los que hablan es por el testimonio que acompaña su predicación”.
  6. Difundir la palabra de Dios, esa es mi misión como católico, como cristiano, y llevar los sacramentos y la santificación, porque todo eso es transformador. Yo creo que los que han transformado la historia son los santos. O sea, los que vivieron coherentemente, incluso muchos dando la vida por lo que creían. El objetivo prinicipal es tratar de vivir nuestra vida de un modo más cristiano. Que las gente nos vea como seguidores de Cristo. Siempre digo esto: a los primeros cristianos, dice el libro de los Hechos de los Apóstoles, los empezaron a llamar así en Antioquia. Fíjense, ellos primero fueron cristianos, o sea seguidores de Cristo, y después se los llamó de ese modo; a nosotros nos pasa al revés: nos llaman cristianos desde el día del bautismo, pero tenemos que convalidar, refrendar ese título con la vida diaria, esa es la misión del cristiano. Que el título de ser cristiano se viva y se vea.

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