La joya del bisabuelo

Desde que José Testorelli llegó al país, construyó y puso en marcha un legado que continuaron las siguientes cuatro generaciones de su familia. Hoy, su bisnieta, Miriam revela cómo las joyas, así como su empresa, son portadoras de historias.

Cuando Miriam Testorelli llegó al mundo recibió de regalo unos aros abridores de platino y diamantes. Con ese acto, se inscribió en la cuarta generación en Argentina de una familia joyera. Miriam no llegó a conocer a su bisabuelo, José, que construyó y puso en marcha en marcha una maquinaria de precisión que continúa hasta hoy, 137 años después de su fundación.

Con seis locales y un séptimo próximo a abrirse, Testorelli es un nombre propio definitivamente instalado entre los amantes de las joyas y los relojes de lujo. La historia comenzó en 1887, un año después de la llegada de José desde el pueblo suizo Morcote, cantón italiano de Ticino. “No sólo era relojero y joyero, sino también óptico, arreglaba armas, máquinas de coser, y todo aquello que requiriera trabajos de mucha precisión”, recuerda Miriam. 

–A un nivel personal, independientemente de lo que significa como trabajo, ¿qué importancia tienen las joyas para vos?

–Las joyas ejercen en mí una gran fascinación. Primero, por conocer los orígenes, la historia; y también porque las joyas tienen la posibilidad de trascender a las personas. ¿Quién no tiene un anillito o algo que perteneció a su abuela o a un antepasado? La joya permite mantener vivo el recuerdo de esa persona. Realmente bendigo el dedicarme a esto y haber nacido en una familia joyera, porque la joya es mucho más que un accesorio.

–Es interesante cómo vos misma resignificaste tu alianza…

–Sí, le di una nueva vida. Las viudas suelen ponerse el anillo de su pareja fallecida junto con su alianza. Cuando mi esposo falleció, yo no quería eso, me parecía muy deprimente. Me propuse hacer algo que al verlo me transmitiera alegría, momentos, memorias. Fundí esas dos alianzas y diseñé una llave cuya empuñadura son las iniciales de los dos, en forma de corazón. La empuñadura tiene 25 diamantes, que son los años que estuvimos juntos, y la parte que ingresa en la cerradura tiene 5 diamantes más grandes, que son los hijos que tuvimos. Para mí esa joya es la llave de una época que nos perteneció solamente a nosotros, a mi esposo y a mí. Cuenta una historia de amor esa joya, y quiero que quede en la familia, así que se la voy a regalar a mi hija.

–Es lindo eso de que son objetos que encierran historias

–Totalmente. Hace dos años me vino a ver una amiga: había fallecido la suegra, que dejó un montón de medallas de oro y un collar de perlas, que quería que repartieran entre las mujeres de la familia. Lo que hicimos fue fundir el oro y, con eso, diseñamos nueve anillos iguales, usando las perlas de los collares. Quedó un modelo espectacular, que denominamos Nueve reinas. Filmamos todo el proceso y les entregamos el video de regalo. A su vez, ellos hicieron una ceremonia íntima en su casa donde entregaron los anillos, y le dedicaron un poema espectacular a su abuela, en el que le decían “Siempre vas a estar con nosotros”.

–Si tuvieras que hacer memoria, ¿cuál es el primer recuerdo asociado a joyas que te viene a la mente?

–Cuando mi papá estaba soldando. Son perfumes, aromas que llegan a mí. El olor de la alcuza con el alcohol, ese olor de combustión. Me acuerdo que tenía en la mano un diamante. Yo, hasta ese momento, no me había percatado de la diferencia entre un diamante y otra piedra. Era una cosa enloquecedora lo que brillaba, me cautivó esa joya. 

–En un escenario como el actual, ¿se resiente la compra de joyas?

–Pasa que la joya siempre es un buen resguardo para el ahorro porque, al comprar una joya, solamente tributás en el momento de adquirirla. Después, por el hecho de poseerla, no tributás ingresos brutos, bienes personales, ni nada más. Es un bien de resguardo que no te causa costo alguno y que, a su vez, el día de mañana no sólo que te lo podés llevar fácilmente fuera del país y convertir en dinero en cualquier parte del mundo, sino que además tus herederos lo pueden repartir fácilmente sin que intervenga un tercero. Así que se convierte en una herramienta, además, que te causa muchísimo placer usar.

Cuatro de los hijos de Miriam ya se sumaron a trabajar en la compañía, y ella comenzó a sumergir en el mundo de la joyería a sus nietos, la sexta generación Testorelli: “Les enseñé a modelar en cera y hacer su propio colgante. De a poquito, vamos a tratar de que se incorporen a este maravilloso universo familiar”.

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