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Antonio Mozzarelli ya pasó los 90 años, pero su memoria y sus conocimientos técnicos se mantienen inalterados. Fue Vicealmirante de la Marina y tuvo una destacada participación en la Guerra de Malvinas, 43 años atrás. Aquí relata su paso por las islas.
Hace ya muchos años que Antonio Mozzarelli dejó la Marina. Se retiró a comienzos de los años ’90, como Vicealmirante. Hoy, con tres hijos y siete nietos, tiene ya más de nueve décadas de vida y rememora con especial importancia aquel otoño de 1982, cuando se desató el conflicto armado con Gran Bretaña en las islas Malvinas. “Ingresé a la Marina muy joven, hice el Liceo Naval y la Escuela Naval, me recibí a fines del año 1956. Y siempre me interesaron los submarinos, ya que es un arma que surgió con mucho éxito en la Primera Guerra Mundial. En 1959 decidí hacerme submarinista, hice el curso correspondiente y luego también el de buceo táctico. Fui progresando en la carrera y años más tarde fui comandante de dos submarinos, el Santiago del Estero y el San Luis. En 1967 me destinaron a Inglaterra, donde estuve algo más de un año, y en ese lapso tuve bastantes disidencias y encontronazos con los ingleses. Y en 1979 a Alemania, de donde regresé a fines del ´81”, relata.


–Muy poco tiempo antes del comienzo de la guerra.
–Me designaron para ir a Malvinas el 5 de abril, ya la Operación Rosario se había hecho. Y ahí descubrí que sobre los ingleses sabía más de lo que yo mismo creía. Me entrevisto con el Comandante de Operaciones Navales, Almirante Lombardo, que me dijo: “Nosotros en este momento estamos embarcando minas, en el transporte Bahía Buen Suceso, usted va a ir a Malvinas y va a sembrar un campo minado cuando yo lo ordene y se va a hacer cargo de los medios navales y aeronavales que se están reuniendo ahí. Y ahí en la isla le tengo reservados dos aviones Straker anti submarinos para que hagan el patrullaje cuando usted siembre el campo minado”.
–¿O sea que usted estuvo a cargo de una unidad en las islas?
–Mi unidad después terminó llamándose Grupo Naval Malvinas, que llegó a tener nueve naves. Una de mis primeras medidas fue elegir el buque más o menos apropiado para lanzar las minas y sembrar el campo minado que me habían ordenado, porque yo minador no tenía. Después de varios intentos, porque había mucho viento y oleaje, logramos hacerlo.
–¿Qué otras misiones tuvieron que cumplir inicialmente?
–Tuvimos alrededor de 43 misiones, las primeras de ellas sin la presencia de la flota y los submarinos ingleses en la zona, pero en las últimas sí. Las instrucciones que yo le impartía a mis unidades eran para las tareas que teníamos que hacer de transporte, aprovisionamiento, combustible y una serie de cosas. Siempre ordené navegar muy pegados a la costa, normalmente de noche. No usaba radio ni radar, salvo en casos de emergencia, para evitar la interceptación. Y así se fueron manteniendo, pero no pudimos evitar algunos encuentros armados y, como resultado de ellos, de las nueve unidades me hundieron cuatro y me averiaron otras dos.





–¿Tenían armamento esas naves?
–Sí, les habíamos instalado ametralladoras que me dio el Ejército. Esas unidades derribaron dos helicópteros ingleses y uno de los guardacostas derribó un Sea Harrier. También recibí unos misiles Exocet y uno de ellos, que lanzamos desde tierra, puso fuera de combate a un crucero ligero de 5000 toneladas.
–¿Qué resultado dieron las minas que habían sembrado en el fondo marino?
–El 13 de mayo, un vigía del Ejército informó haber visto una explosión en la zona de los campos minados. Pero no había ningún buque a la vista y pensé que alguna de las minas había fallado. El asunto fue que después que se produjo el cese de hostilidades, los ingleses declararon que su submarino Ónix había sufrido averías en la proa al chocar contra el fondo, pero en realidad había chocado con una mina nuestra.
–¿Cuándo se iniciaron los combates?
El 1 de mayo en Puerto Argentino se recibe el primer ataque aéreo de las fuerzas inglesas, y ahí dos de mis unidades tuvieron enfrentamientos contra helicópteros ingleses que venían de los buques de la flota que había arribado a la zona.
–¿Cuánta gente tuvo a cargo en las islas Antonio?
Alrededor de mil personas, entre el apostadero, un lugar llamado Camber (donde había un buen muelle y dos depósitos de combustible de un millón de litros de cada uno) y las nueve unidades. Entre ellos tenía buzos tácticos, que de noche recorrían en una embarcación la bahía interior, lanzando cargas antipersonal para prevenir las operaciones de comando que los ingleses tenían previstas en sus planes para venir a matar a los comandantes que estábamos en tierra.
–¿Tenía conscriptos a cargo?
–Sí claro, había conscriptos, que se desempeñaron muy bien.
–¿En los combates tuvo bajas?
–Las unidades se perdieron porque fueron atacadas repentinamente por la aviación inglesa, pero las tripulaciones quedaron a salvo afortunadamente, salvo unas pocas excepciones.
–Hay un mérito enorme de los oficiales que estaban a cargo de los barcos, porque para navegar es una zona técnicamente muy complicada.
–Claro, claro. Además, no teníamos cartografía precisa. Mis oficiales se dedicaban mucho a consultar las libretas de bolsillo que llevaban los capitanes malvineros, donde había indicaciones para cada sector de las islas que tenían que navegar. Este grupo quedó disuelto al término de la guerra, y para que quedara constancia de sus actividades escribí un libro que editó Publicaciones Navales. Se titula David contra Goliat, donde quise plasmar el desempeño de esta gente, porque fue maravilloso.
–¿Cómo se comunicaban con las unidades navales?
–Inventamos un código, un código propio que consistía en redactar la orden a transmitir por radio, cambiar los sustantivos por verbos y los verbos por sustantivos, un código que nos habíamos armado de manera que la oración se volvía algo ininteligible, y como se iban incorporando palabras nuevas, cada vez que un buque tomaba Puerto Argentino le dábamos la última edición de esa clave, de manera de no cometer errores. Y con eso nos hemos manejado. Y además, en algunas oportunidades en que teníamos personal que hablaba guaraní, vertíamos las órdenes en ese idioma. Y así no nos pudieron descifrar ningún mensaje.
–¿Usted cayó prisionero?
–Sí, yo fui prisionero aproximadamente un mes, después del 14 de junio. Los primeros 15 días me integraron a un estado mayor mixto, con ingleses, porque había que repatriar a las tropas argentinas, porque en Puerto Argentino éramos como 8000 personas y no alcanzaba el agua dulce para todos. Allí en una comunicación por radio pude hablar con mi esposa para decirle que estaba prisionero, pero que estaba bien.
–¿Tiene esperanzas en que nuestro país recupere algún día las Malvinas?
–El día que nuestra Argentina, y Dios así lo quiera, crezca en poder político con decisiones internacionales, en lo económico con mucho dinero (que es el instrumento para tener poder), y en lo militar, los ingleses nos van a invitar a sentarnos a dialogar sobre las Malvinas. Esperemos que sea pronto. Yo he llegado a mis conclusiones con respecto a los ingleses: respetan el poder; acompañado del derecho, bien, pero si tienen que optar, solamente respetan el poder.
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