A los 28 años, el diseñador Santiago Artemis es uno de los más reconocidos de la Argentina y su talento desprejuiciado triunfa en el mundo. Sinónimo de personalidad y provocación, ya ha vestido a figuras internacionales como Kate Perry, Britney Spears y Lana del Rey.
“Diseñador de moda, artista visual, autor, director de arte y actor”. Así se define Santiago Artemis: como un innovador artista conceptual cuya obra parece trascender más allá de sus elegantes vestidos de sobresalientes hombreras. A los 17 años llegó de las heladas tierras del fin del mundo a la ciudad de Buenos Aires, para romper con los estereotipos y los prejuicios de la moda argentina. Hoy, con 28, no sólo triunfa en las pasarelas y diseña para renombradas personalidades de nuestro país -como Griselda Siciliani, Pampita, Tini Stoessel o Nicole Neumann-, sino que también vistió a artistas internacionales de la talla de Katy Perry, Lana del Rey, Cyndi Lauper y Britney Spears. “Soy un chico muy atrevido, muy lanzado, pero sin ser irrespetuoso. Siempre tuve una fuerte convicción de que podría llegar a ser alguien y ese pensamiento tan fuerte me ayudó a creer en mí”, recuerda Artemis.
Su extrovertida personalidad, fresca e irreverente, es la que tambíen se destaca en “No hay tiempo para la vergüenza”, la serie que protagoniza en Netflix para mostrar su día a día. Y así también lo expresa en su libro autobiográfico, “El chico del fin del mundo” editado por Ediciones B, donde afirma: “Descubrí que si quería lograr algo en esta vida, dependía solo de mí. Nadie me iba a dar nada…”. Actualmente es, además, jurado del programa de Canal 13 “Corte y confección”.
De Ushuaia al mundo
En el seno de una familia conservadora y de religión mormona, Santiago Navarro -nombre real de Artemis- creció curioso e inquieto en Ushuaia, una ciudad llena de fábricas y aserraderos que poco entendían del mundo de la moda. “Mi infancia no fue la más felíz de todas, pero tampoco fue miserable. Cuando crecí, y recolecté mis recuerdos, me di cuenta de que la pasé mal en mi niñez, pero en esos momentos no era muy consciente. Me bancaba lo malo sin ponerme en víctima, y recién ahora estoy preparado para decirlo, pero también muy agradecido porque todo lo que viví me formó para ser quien soy hoy”.
A los 17 años se mudó a Buenos Aires para emprender con sus diseños, mientras cursaba en la Escuela Argentina de Moda y la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (FADU). Sin embargo, su carrera fue rápidamente en ascenso y a los 19 años ya diseñó para Katy Perry y confeccionó el vestido de 15 años de Lisa Cerati, hija de Gustavo.
¿Qué te inspiró a elegir tu profesión?
Me gustaba mucho leer las revistas Burda y los libros de moda en la casa de mi abuela. Ese fue el puntapié a mi creatividad, pero elegí mi profesión sin dudar. Soy muy improvisado y tampoco pensé mucho en mi elección. Recuerdo haber hecho un test vocacional alguna vez, pero la respuesta fue muy evidente: tenía que estudiar una actividad relacionada con la creación.
¿Cómo vivías la experiencia de diseñar para alguien famoso?
Las oportunidades llegaban y me sentía muy agradecido y contento. Siempre intentaba dar lo mejor de mí, como ahora. Igual no creo en la suerte, yo trabajé mucho para que todo lo que me pasó se diera. Luego el universo me colocó en el lugar en donde justo tenía que estar, pero siempre tuve mucha fe, orden divino y bendiciones. Y hoy, famosas o no, tengo una relación excelente con mis clientas, son personas muy dadas, igual que yo con ellas. Soy como un psicólogo.
¿Cuándo te diste cuenta de que te habías convertido en un diseñador renombrado?
Cuando comencé a salir en televisión. A los 18 años ya quería llamar la atención, tenía mucha hambre por existir. Nunca me interesó figurar ni ser famoso, pero sí ser conocido por mi trabajo. Y este sentimiento lo tengo desde muy chico, siempre supe que tenía algo para compartir y no sólo por el hecho de llegar y decir: “Hola, tengo hombreras”.
Retro e innovador
Del glamour de la alta costura a comprar telas caras en el barrio de Once, o pasear por las grandes ciudades del mundo con tacos altos, Santiago Artemis se mueve en cualquier ámbito como si fuera el suyo. “Soy popular, no discrimino, y ser así me encanta, no es una fachada, es mi naturaleza. Soy como Xuxa, me siento muy identificado con ella, me entrego a mi público”, cuenta el diseñador.
Como una conexión entre el pasado y el presente, sus diseños retro conquistan pasarelas: desde el London Fashion Week, apenas comenzó con su carrera, hasta la última edición del BAFWeek, donde desplegó I found me, su nueva colección, con entradas agotadisímas.
¿Por qué te inspira la moda de los ´80?
No solo la moda, sino la cultura. De chico miraba los videos VHS con los programas de Xuxa, grabados por mis hermanas. ¡Sus trajes y botas bucaneras me encantaban! Otras que me gustaban eran Sailor Moon, y de ese animé saqué el nombre de mi avatar: Artemis, que hoy uso como apellido, como mi alter ego. Y también los dibujos de Jem and The Holograms, con sus brillos y hombreras. Además, investigo tendencias, me inspiro en mis viajes y escucho a mis clientas para volcar mi creatividad al diseñar.
¿Cómo ves el gusto de la mujer argentina?
Todavía tiene mucho miedo a mostrarse. No faltan ideas, conceptos ni creatividad, sino personas que se animen. Pero no la juzgo, tengo compasión y supongo que no lo hacen por miedo. En lugar de enfocarse en ellas, las mujeres critican a otras, compiten o piensan en el qué dirán. Hablan de igualdad pero todavía hay mucha envidia, arrogancia y vanidad entre ellas. No siempre son amigas y eso recién pasará cuando se agarren de las manos sin enfocarse en la crítica. Y no lo digo por ser gay, ¡amo a las mujeres!, pero observo su lado humano. Por eso la nueva generación tendrá que crecer con más amor y cuidando sus palabras, para que se note un poquito más el cambio.
¿Qué diferencia a tu estilo del resto?
Todos los diseñadores somos diferentes, por eso hay lugar para el trabajo de todos y el éxito de uno no es el fracaso del otro. Yo soy muy extrovertido e histriónico y me diferencio por mezclar indumentaria de hombre con la de mujer. Al final, todas esas cosas por las que me burlaban de chico hoy me distinguen, son mi sello y busco romper con las estructuras. Te lo digo con total orgullo y sin censurarme, porque confío en que mi trabajo no lo hace nadie. Estoy en la mía y vivo en mi propio planeta, el planeta Artemis.