20 entrevistas para guardar toda la vida

Género fundacional y simbólico del periodismo, la entrevista estuvo presente desde el primer número de nuestra revista. Aquí repasamos dos decenas de las más importantes que hicimos en estas dos décadas.

Popular como pocos y divertido como ninguno, el Gato Dumas conversó con Revista Nordelta, justo un mes antes de su fallecimiento, en mayo de 2004, por lo que esta fue una de las últimas entrevistas que concedió.

Inventor del arte culinario en la Argentina, Carlos Alberto Dumas Lagos fundó los primeros restaurantes del barrio de la Recoleta, llevó la alta cocina al gran público y se distinguió siempre por su actitud enérgica y frontal. 

“La cocina es mi mayor pasión, pero no la amo: ¡el amor está para otras cosas, no para derrocharlo en una milanesa con papas fritas!” afirmaba el Gato, quien se consideraba un artista. 

“La obra del pintor se disfruta con la vista, la del músico con el oído. La nuestra, en cambio, es efímera, pero se disfruta con los cinco sentidos”, decía este gran cocinero, quien también afirmaba ser el mejor de todos los chefs, “por ser el que menos copia”.

A los 81 años, Roberto De Vicenzo, el gran golfista argentino de todos los tiempos, compartió una charla con Revista Nordelta y repasó su trayectoria: a sus nueve años se inició como caddie y en 1938, con 15 recién cumplidos, jugó su primer Abierto de la República. Posteriormente ingresó en el Ranelagh Golf Club de Berazategui y, jugando para Argentina, ganó los mundiales de 1953, 1962 y 1970, y cosechó 240 títulos. 

“La vida va pasando y cada cosa tiene su tiempo, por eso del minuto que pasó hay que olvidarse. El golf es el único deporte que le da una vida más prolongada al deportista y esto te obliga a seguir. Siempre hay que revalidar lo que uno es, hasta en una práctica”, afirmaba De Vicenzo.

Y cerró con una gran reflexión: “En el golf, como en la vida, si cometés un error lo tenés que pagar y, aunque todos somos iguales y queremos lo mismo, algunos ganan y otros no”.

Filósofo, ensayista y poeta, Santiago Kovadloff practica el pensamiento como una experiencia cotidiana. Aborda temas de suma complejidad, con claridad y sin medias tintas. Sus respuestas son certeras y profundas, sin rodeos, e invitan a la constante reflexión. 

Conversó con Revista Nordelta y, entre varios temas, contó que escribe sus obras a mano. “Hacerlo me resulta muy placentero. A los 15 años comencé a usar una máquina de escribir, pero no me daba ningún placer. Me sumerjo en esa vivencia, e incluso cuanto más oscuro mejor. Escribir solo con una luz sobre la mesa, me transmite paz y me ayuda a concentrarme”. 

Según Kovadloff, “seguimos siendo un territorio político y cultural que tiene muchas dificultades para entender que el futuro no es aquello hacia lo que vamos, sino aquello de lo cual venimos. Porque el futuro es el repertorio de expectativas con las que habitamos el presente, que tiene que ver con nuestras esperanzas e ideales, el que dicta nuestro porvenir”, analizaba el escritor.

Guillermo Vilas es el máximo referente argentino del tenis internacional. Revista Nordelta charló con el hombre de la zurda mágica, sobre la vida misma. “Yo siempre fui igual, y la gente nunca dejó de hacerme llegar su cariño. El talento es poder ver lo que otro no hace, y saber hacerlo”, afirmó el eterno Willy. 

Sus primeros sets en la cancha los jugó gracias a su padre. “Él era presidente del Club Náutico de Mar del Plata y un día me llevó con un profesor de tenis y me dijo: ‘De acá no salgas’. Porque yo era aplicado en todo lo que emprendía, pero también muy atrevido. El día de mi primera clase, me fue a buscar al club, no me encontró y se asustó. Pero yo seguía en el frontón desde hacía nueve horas”, recordó el ganador de 62 torneos de ATP, incluidos cuatro Grand Slams.

Al preguntarle sobre qué esperaba del futuro, Vilas afirmó: “Muchas cosas. Me gusta planificar bien mis actividades… pero tranquilo”.

Como Charly dentro del rock o Diego dentro del fútbol, Clorindo no necesita presentación. Es arquitecto, y como tal puede acreditar en su haber obras que ya forman parte del patrimonio urbanístico argentino. Pero también es un reconocidísimo artista, tanto que se han realizado exposiciones retrospectivas suyas en el Museo Nacional de Bellas Artes y en la Bienal de Venecia, entre otros sitios de relieve internacional. En él confluyen armónicamente estas dos facetas, que en realidad son las dos caras de una personalidad fascinante, causante de que en su ámbito de trabajo haya tanto infinidad de planos y maquetas como caóticas pilas de dibujos, esculturas y objetos, mezclados con pinceles, pinturas, pegamentos y bastidores.

“Si bien la pintura es menos esquemática y en consecuencia no lleva tanto tiempo como la arquitectura, el método de creación es el mismo, por lo menos en mi caso. Acá en mi estudio, yo pienso tanto en un edificio como en una pintura. Una vez que decido qué voy a hacer, las cosas no se mezclan, pero una y otra profesión son dos caras indivisibles de mí”, decía a sus 83 años.

Enérgico, vital y sonriente, el arquitecto tucumano César Pelli conversó con Revista Nordelta durante una visita a la Argentina, mientras se construía el edificio de YPF en Puerto Madero. “Disfruto mucho cada vez que vengo a Buenos Aires. Es una de las ciudades más caminables del mundo y tiene una continuidad peatonal que muy pocas urbes pueden ofrecer”, afirmó Pelli, quien vive en Estados Unidos desde hace más de 60 años y es considerado el arquitecto argentino de mayor prestigio del mundo. 

Sobre la cuestión energética, Pelli aseguró: “Es un factor que tengo en cuenta en cada proyecto que realizo. La sustentabilidad es muy importante, el mundo entero está en crisis en este sentido y es imprescindible que hagamos algo para ahorrar energía”.

Con respecto a sus obras, el arquitecto afirmó: “Yo sólo propongo ideas y formas, que luego se plasman en edificios. La actividad humana es lo que le da vida a mis obras”.

Con la modestia como rectora, Juan José Campanella repasó parte de su historia y compartió sus reflexiones, de forma sencilla e ingeniosa.

“Las inquietudes creativas cambian permanentemente, pero me interesa, en todo lo que hago, la comunicación. No me gusta cuando una película puede ser un éxito de culto o un éxito crítico y no puede conectarse con el público”, aclaró, convencido de haber llevado un arduo trabajo a lo largo de su carrera como cineasta. “Los que contamos historias, sea en el medio que sea, somos herederos del cavernícola que se sentaba en el fogón y le contaba cuentos a la gente, y según cuántos volvían al fogón al otro día, el tipo servía o no para hacer lo que hacía”, aseguró.

Al preguntarle cómo se definía a sí mismo, Campanella respondió: “Me siento un artesano. Me interesa reproducir lo que me ha pasado con las películas que más me gustaron y me impactaron, porque lograron hacerme ver aspectos de mi realidad o de mi potencialidad”.

Antes de partir hacia Londres para disputar los últimos Juegos Olímpicos de su carrera, Luciana Aymar conversó a solas con Revista Nordelta. La mejor jugadora de la historia de este deporte aseguró que nunca deja de progresar: “Me propongo cosas nuevas en mi juego, mejorar, cambiar tanto técnicas como tácticas, porque soy una jugadora a la que estudian mucho y por lo general estoy muy marcada”. Lucha se mantuvo en el alto nivel hasta el último día de su carrera, y no solamente por su talento natural: “Mis valores son la disciplina, la continuidad, la dedicación, el esfuerzo y, ante todo, la humildad”.

En aquella entrevista aseguró que para ser Leona “hay que ser diferente y poder aguantar todas las horas de entrenamiento que hacemos, además de la presión que implica ser parte de un seleccionado como el nuestro. Este es un equipo que tiene mucha ambición, y una combinación de experiencia, talento, garra y corazón. Este último factor a veces ayuda mucho a ganar torneos”.

Cuando Juan Martín Hernández jugaba al rugby como amateur, nunca se imaginaba que iba a convertirse en uno de los mejores del mundo. A los 20 años debutó en el seleccionado mayor, con victoria ante Paraguay 144-0. “Después decidí irme afuera para mejorar mi nivel y estar en óptimas condiciones para jugar en Los Pumas”, contaba el apertura.

Esta entrevista se dio después de la primera participación argentina en el Rugby Championship. Sobre eso, Hernández afirmó: “En este torneo los Pumas no entraron como favoritos a ninguno de los partidos y tal vez les cueste muchísimo contra las potencias del hemisferio Sur… Si se sigue trabajando de esta forma seguro podremos acortar las brechas que nos separan hoy de las máximas potencias”.

Sobre la fama, Juani aseguró: “Hay reconocimiento de la gente, que es muy lindo, pero tampoco es ese acoso que tienen los famosos. Este ambiente es muy respetuoso. Con o sin fama, el rugby se disfruta mucho. Es muy grato todo el apoyo de la gente, pero durante el partido trato de focalizarme en el juego. Con los años aprendí a canalizar las emociones para un buen sentido, para rendir mejor en la cancha”.

Se destacó como pocos, tanto que fue uno de los mejores del planeta en lo suyo. Pero la disciplina de Julio Bocca no es el fútbol, ni el rock, ni siquiera la actuación. Sin embargo, el día de su despedida más de 300.000 personas lo aclamaron en la avenida 9 de Julio. Era el 22 de diciembre de 2007, y ese día el mejor bailarín clásico argentino empezó a convertirse en un destacado formador, desde la fundación que lleva su nombre: “A veces la gente no se da cuenta, pero un chico que estudia danzas es un profesional desde los ocho años, porque a los 18 ya tiene que estar trabajando como bailarín. Por supuesto que hay lugar para la diversión: nosotros le damos valor al compartir, al divertirse, a convivir, valores que queremos que no se pierdan”.

En esa formación, Julio destacó el papel de la familia: “Su apoyo es básico y necesario. El chico tiene que sentir que en su familia encuentra seguridad para continuar con su carrera”.

En mayo de 2013, Carlos Páez Vilaró estaba a punto de cumplir nueve décadas en este mundo. Lo entrevistamos en La Bengala, su casa de Tigre, que guarda muchas similitudes con la célebre Casapueblo.

Sobre el paso del tiempo, Páez Vilaró reflexionó: “Picasso decía que pensaba en la muerte todos los días, y hay mucho de realidad en eso. Noventa años son muuuuchos, es casi un siglo…”. Sin embargo, en su taller había muchas obras de los últimos años, señal de su actividad permanente: “La única manera de sentirme joven a esta altura de mi vida es tener proyectos y, te voy a decir un secreto, estar con jóvenes. Gracias a Dios estoy con la imaginación despierta, con ganas de hacer cosas… Sé hacer amigos, soy más solidario, sé arrepentirme de los errores que tuve, y sé también sonreírme de algunos logros”.

Charlar con Donato de Santis siempre es divertido. Porque este cocinero italiano nacido en La Puglia en 1964 es tal cual como se lo ve en la televisión: alegre, espontáneo y simpático. Llegó a la Argentina en 1999, luego de estar varios años en Estados Unidos, donde llegó a ser chef personal de Gianni Versace, lo que le permitió cocinar para grandes estrellas del espectáculo mundial: “Una noche vino a cenar Luciano Pavarotti… ¡nos destruyó una silla! Pidió una silla robusta, pero igual no resistió”, relató entre risas.

En Buenos Aires se casó, tuvo dos hijas… y se quedó. Además de su carrera mediática, aquí abrió restaurantes propios: “Pocos conocen el gran abanico de posibilidades que tiene la cocina italiana. Tenemos un pozo de información milenario. Entonces siempre tengo margen para ir renovando la carta de pastas, risottos, antipastos, postres, licores… Por su historia y sus influencias, el comensal porteño tiene incorporado en su ADN mecanismos de reconocimiento de sabores diversos, es bastante maleable, se deja guiar…”.

Eugenio Cuttica podría ser el abuelo de la chiquilla que protagoniza sus obras más recientes, el responsable de la transmisión de sus más puras intenciones. Porque él también mira hacia el horizonte y deja volar su espíritu, busca pararse sobre la silla para intentar ver un poco más allá, se anima a pensar sin condicionamientos y deja de lado la materia.

“A los siete años sentí que tenía que dedicarme a pintar. Estaba pintando, no me acuerdo qué, y llegué a un estado mental muy parecido a un éxtasis… pongámosle así, no sabía qué me estaba pasando, pero estaba seguro de que era algo muy especial y me prometí a mí mismo conservarlo para siempre. Y eso lo pude sostener con mucho trabajo, mucha obstinación y lucha, porfía…”, relató, y enseguida agregó: “Siempre tuve la certeza de que esa era mi dimensión, que el arte era mi hogar. Ser artista es romper un espejo, atravesarlo, caminar por un cable tenso, de acero, sin red, y sin embargo no puede dejar de caminar”.

Su nombre es sinónimo de River y de lo mejor del fútbol argentino. Ocupó el arco del Monumental durante 24 años y fue el primer arquero de nuestro ámbito que se animó a salir de abajo de los tres palos. A los 90 años, recordó lo mejor de su larga carrera. 

Fue Carlos Peucelle, por entonces DT del equipo de la banda, quien lo fichó en una prueba: “Empecé a jugar en cuarta división… costaba llegar. Debuté en Primera en el año ´45, con gran emoción, y en el ´48 empecé a ser titular por muchísimos años. Fueron emocionantes los campeonatos y sobretodo brindarle las conquistas y las satisfacciones al hincha, que disfruta de lo que puede hacer el jugador en el campo de juego, de ganar partidos memorables, salir campeones… Uno se siente muy feliz de poder brindarle todo al hincha. En la selección tuve buenas y malas: jugué el Mundial ´58, donde nos dieron una buena paliza, y después jugué en la Copa de las Naciones de 1964, donde salimos campeones invictos, frente a selecciones que tenían a jugadores como Pelé, Eusebio, los hermanos Charlton”.

Tras liderar el equipo argentino que obtuvo por primera vez en su historia la Copa Davis, Juan Martín Del Potro habló con Revista Nordelta. En 2016 logró dejar atrás las lesiones que tanto lo aquejaron durante años y, primero, se colgó la medalla plateada en los Juegos Olímpicos de Río, antesala de la gloria, esa que se le venía negando desde siempre al tenis argentino. “El tema de mi lesión me ha hecho madurar. Cuando voy a la cancha me divierto entrenando… y esas cosas me hacen muy feliz. El cambio definitivo lo sentí cuando llegué a los Juegos Olímpicos”, afirmó.

Sobre el inolvidable partido de la final de la Davis frente a Marin Cilin, dijo: “Cuando perdí el segundo set, me quedé sentado tratando de entender la situación en la que estaba. La gente me alentó de una manera muy particular, con una energía positiva, y enseguida hice un punto con una Gran Willy, el estadio explotó, me empecé a reír y a liberar tensiones, buscándole la vuelta a lo tenístico, que por suerte apareció en el quinto set. Y así pudimos traer la copa a casa”.

A los 84 años, Yuyo Noé inauguró una gran muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes que no es una retrospectiva: muy por el contrario, es una prospectiva, una mirada al futuro.

“Los artistas que siguen obedeciendo a los profesores no son artistas, tienen oficio de pintores, pero no son artistas. El artista se libera de los códigos anteriores. Le sirven como experiencia, pero se libera para entenderse él en relación a su mundo. Yo no creo que el arte sea expresión, creo en el acto de creación”, dijo en diálogo con Revista Nordelta.

Sobre la muestra que había inaugurado días antes, reflexionó: “Quisimos poner el acento sobre el hoy, sobre lo que hago hoy relacionado a mi experiencia de vida, hacer un panorama de distintas experiencias mías, relacionando cuadros de distintas épocas. Prospectiva es una ironía en cierto modo, en un hombre de 84 años quiere decir que no todo es para mirar el pasado, sino mirar el presente como proposición para el futuro”.

Paloma Herrera comenzó a estudiar ballet a los siete años y llegó a ser una de las grandes figuras de la danza mundial. A los 15 audicionó en la School of American Ballet, la escuela más importante de Estados Unidos. Se destacó tanto que el American Ballet Theatre la contrató como parte de su cuerpo estable. “Hoy, cuando veo mi trayectoria a la distancia, realmente la valoro, ya que no es muy común que una chica de 15 años forme parte del ballet estable de una compañía, y menos de una de las mejores del mundo. Incluso yo hoy, como directora del Teatro Colón… ¡no sé si contrataría a una adolescente! Todo lo que viví fue realmente muy fuerte, aunque recién tomé conciencia de su importancia muchos años después”. 

Sobre su trabajo actual en el Colón, expresó: “Mi primer año fue súper positivo. La compañía respondió muy bien, se notó sobre el escenario. Incluso salimos de gira al interior, nos encanta que el público de todo el país también lo pueda disfrutar”.

Ariel Winograd logró forjarse una carrera como uno de los directores de cine más importantes de la Argentina haciendo comedias. Y eso es una verdadera rareza. Sobre todo porque, a pesar de ser un género muchas veces poco valorado, él no intenta escapar de ese lugar. La entrevista se hizo luego del éxito de “El Robo del Siglo”, la octava película de su carrera, que pasó los dos millones de espectadores: “El recorrido va variando a medida que uno crece y va pasándole la vida. Siempre la intención fue encontrar historias que yo pudiera contar. Puedo apropiarme de un guion y hacerlo personal. Y en ese proceso siempre pensé en hacer películas para un público masivo”.

El director afirmó que no tiene una película preferida dentro de su obra: “Con todas tuve muy buenas experiencias de rodaje y con el público. Pero siento que con El Robo del Siglo pasó algo que no había pasado, no es que sea mi favorita, pero tuve todo, fue la película en la que más tuve todo. No es libertad, porque siempre tenés libertad, sino las herramientas para hacer lo que querés, incluso en el montaje, la selección de la música… todo lo que pedí me lo dieron”.

Sobre los proyectos cinematográficos que encara y el género en el que se enmarcan: afirmó: “Todo lo que hago me lleva naturalmente a la comedia; además, me ofrecen proyectos de comedia, y me encanta. Siempre tratando de mezclar, porque El Robo del Siglo no es cien por ciento una comedia, pero que el punto de eje sea ese, como disparador de la narrativa. Soy un director de comedia”.

Gracias a su extensa y rica trayectoria profesional, que combina posiciones directivas en proyectos e instituciones de educación con una sólida formación académica y práctica de aula, Juan María Segura afirma que el mayor reto al que debe enfrentarse el sistema educativo es cultural, es volver a ser reconocido por la ciudadanía como un diseño virtuoso e imprescindible para la sociedad. “Que la escuela vuelva a generar confianza y adhesión, que el docente vuelva a generar respeto y admiración, que la universidad vuelva a ser una medida de excelencia y un modelo de exigencia”, sostiene. 

En línea con los cambios que el siglo XXI impone socialmente, el educador dice que “hay que desarrollar la capacidad de análisis crítico y de reflexión en el alumnado. La escuela histórica, contenidista y fraccionada en silos curriculares, ya no es necesaria ni suficiente. Los jóvenes pasan siete horas y medio por día conectados a Internet. Además, tres de las primeras cinco razones de acceso global a internet son para informarse, estar actualizados y aprender cómo hacer las cosas. Y, como si fuera poco, apareció Chat GPT, una herramienta de inteligencia artificial brutalmente sencilla de utilizar que, en solo cinco días alcanzó a su primer millón de usuarios, poniendo en jaque muchas profesiones. Frente a este nuevo mundo, la escuela tiene la gran oportunidad de convertirse en un centro de pensamiento, debate y reflexión”.

Segura aceptó el desafío de imaginar el futuro en matera de educación: “Imagino un largo, trabajoso, conflictuado y desparejo proceso de transición en los países. La época, a la larga, impondrá sus condiciones de contemporaneidad, y las instituciones deberán acompañar. La escuela y la universidad deberán hacer su proceso de adecuación. Si logramos acordar ideas originales sin dejarnos presionar por los nostálgicos y los grupos de intereses, entonces tendremos un gran futuro por delante”.

A sus 86 años, con más de una década como obispo emérito (retirado a sus 75, de acuerdo a la norma canónica), Jorge Casaretto continúa entregado a la misión que recibió a los veintidós. Fue obispo de Rafaela y San Isidro, presidente de Cáritas y la Pastoral Social, e integrante del Diálogo Argentino convocado por el presidente Eduardo Duhalde en 2001.

En su adolescencia, mientras cursaba el secundario en el Colegio Nacional Buenos Aires, desarrolló una vocación social y política, en parte a instancias de sus profesores, que promovían el preocuparse por el país en general. Luego estudió ingeniería, soñaba con construir puentes al tiempo que militaba en el centro de estudiantes y la FUBA. Pero en un retiro espiritual recibió el llamado que reorientaría su vida entera. “Pensé en cómo Jesús llamaba a sus apóstoles para que lo siguieran. ´Y si me llama a mí, ¿qué le respondo?´, me pregunté. Uno no escucha voces ni nada por el estilo, fue una situación interior. Estuve un año haciendo un discernimiento, y al final decidí que sí”, recuerda. “Dios me quitó la posibilidad de hacer puentes a través de la ingeniería para poder hacer puentes entre Dios y las personas. Y es lo que sigo intentando hacer”.

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