Un récord diabólico

Un siglo atrás, el Fiat Mefistofele registró una plusmarca fantástica para la época: rozó los 235 kilómetros hora en una pista de tierra. Su historia está llena de detalles increíbles.

La fecha exacta fue el 12 de julio de 1924. El escenario, un tramo de la Ruta Nacional 20, cerca de Arpajon, a 35 kilómetros de Paris. Allí un modelo único de la marca italiana Fiat logró un récord que quedó en la historia.

El británico Ernest Eldridge fue el creador de este curioso modelo. Como muchos jóvenes de buena posición económica de la época, encontró en los autos y los aviones un campo perfecto para saciar su sed de gloria y aventuras. Nacido en 1897 en la alta burguesía londinense, Eldridge abandonó sus estudios para participar en la Primera Guerra Mundial, como conductor de ambulancias. Tras el conflicto, su amor por las emociones fuertes lo llevó al mundo de la competición y a un objetivo claro: establecer un récord de velocidad capaz de permanecer en el tiempo. Y se propuso conseguirlo a través de la adaptación de un motor de un avión a un auto de carreras.

En aquella época, los pilotos debían utilizar sus propios automóviles y visitar desguaces y chatarrerías para lograr un vehículo con prestaciones ganadoras. En 1921, siguiendo este proceso, desarrolló un automóvil que fue capaz de alcanzar los 150 kilómetros por hora, gracias a un motor de 240 CV procedente de un avión.

Pero todavía le quedaba mucho por decir. Y hacer. Eldridge confió en la tecnología Fiat de la época: compró un SB4, un auto de competición de 1907, y un propulsor A.12, un motor de más de 21 litros de cilindrada y seis cilindros en línea, con prestaciones muy apreciadas por los ases del aire al mando de aviones de reconocimiento y bombarderos.

El desafío fue meter semejante mole en la parte frontal del automóvil. Eldridge modificó los cilindros para dotarles de cuatro válvulas a cada uno, con bujías Magneti Marelli; para alargar el chasis, en tanto, utilizó partes de un autobús londinense accidentado. El resultado fue un auténtico monstruo, capaz de desarrollar 350 CV a 1.800 rpm, que al encenderse generaba un ruido infernal, lo que le valió el apodo de Mefistofele con el que pasó a la historia.

La obra del joven británico pronto llamó la atención. La marca Delage y su piloto estrella, René Thomas (varias veces campeón de las 500 Millas de Indianápolis), lo retaron a un duelo para intentar batir el récord del mundo de velocidad. Su arma: el Delage V12 La Torpille, que también llegaba a los 350 CV. Eldridge recogió el guante.

El 5 de julio de 1924, el Fiat Mefistofele consiguió la plusmarca en pista de tierra al llegar a los 230,55 km/h. Pero sus contrincantes reclamaron el titulo porque el modelo no disponía de marcha atrás, un requisito para la homologación. Al día siguiente, el Delage marcó 230,63 km/h. Esto no desanimó a Eldridge que, con la ayuda de un herrero local, logró incorporar un dispositivo de marcha atrás para su bólido. Con esta modificación, volvió a la ruta el 12 de julio y llegó a 234,98 km/h, un número que lo elevó a la categoría de leyenda.

Actualmente, el Mefistofele es una de las grandes joyas del Centro Storico Fiat de Torino, gran protagonista en el 125 aniversario de la marca italiana.

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