Tiene 54 años y los de Río fueron sus sextos Juegos Olímpicos. Un año atrás le extirparon un pulmón. Se esforzó como nadie para volver a entrenar, y no solamente logró estar en las aguas cariocas, sino que, junto a Cecilia Carranza, logró la primera medalla dorada de la historia del yachting argentino. Santiago Lange, en cuerpo y alma.
Cuenta Ana, madre de Santiago Lange, que su hijo a los cuatro años ya se sentaba en la popa del barco a contemplar el río, mientras su papá, Enrique, trabajaba en cubierta. Hoy, con 54, en el mundillo de la náutica lo llaman Señor Viento. Flacucho, con la cara curtida, luchó toda su vida contra viento y marea, en altamar o río adentro. Nunca quedó a la deriva. Ni siquiera cuando le era imposible ganarle al rival de su infancia, Martín Billoch, con el que compitió desde los ocho años, y al que recién pudo derrotar a los 15 en la clase Optimist, cuando ganó su primer campeonato argentino. ¿Perseverancia? Vaya si la tiene: un año antes de Río 2016 le sacaron un pulmón. No importó. Se las ingenió para coronarse en la clase Nacra 17. Sin la fortaleza física de Camau Espínola, con quien ganó la medalla de bronce en la clase Tornado en dos Juegos consecutivos (Atenas 2004 y Beijing 2008 ), pero con una compañera de lujo como la rosarina Cecilia Carranza. Detrás de ellos, un equipo de profesionales como Mateo Majdalani que, con solo 22 años, se cargó al hombro una campaña olímpica de semejante tamaño. Estuvieron ocho meses instalados en Brasil antes de la inauguración, para entrenar y estudiar bien las condiciones climáticas de la Bahía de Guanabara. Y así conquistaron la primera medalla de oro en yachting para la Argentina.
De regreso con toda la gloria, los recibe el bullicio de Buenos Aires, aunque el Yacht de Puerto Madero tiene algo de familiar para con los navegantes. Con la medalla dorada colgada al cuello, caminan por una de las dársenas para un set de fotos programado y los transeúntes se sorprenden: “¿Son ellos? ¿Es él?”. Sí, los mismos que días atrás se emocionaban al ver la bandera argentina en lo más alto de la Bahía de Guanabara. Se les acercan, les piden selfies, autógrafos, les agradecen, los felicitan, se amontonan. Luego, en la patria chica de Lange, San Isidro, les dan un recibimiento multitudinario y él actúa con la serenidad de siempre, la misma que adquirió mientras contemplaba el río desde la popa del barco de su padre, cuando al mismo tiempo aprendió a percibir y a leer el viento como ningún otro, para luego domarlo, allá dentro, donde sopla fuerte. “No estamos acostumbrados a esto. Siempre estamos solitarios en el medio del agua sin gente alrededor y esta vez fue distinto. Ya nos pasó en Río, cuando volvimos a la costa: ver a la hinchada argentina alentándonos fue emocionante”, comienza Santiago Lange.
— ¿Es la medalla más importante de tu carrera?
— Sin dudas… Primero porque escuché el himno e izaron la bandera argentina hasta lo más alto, algo que soñé toda mi vida. Y, segundo porque se dio todo. No sé cuántos casos hay en la historia de un padre que participa con sus hijos en unos Juegos Olímpicos. Compartir los Juegos, haber ido a la fiesta inaugural donde Robert Shceidt, un ex rival mío y muy amigo, leyó “el compromiso de los atletas”; Torben Grael, otro gran amigo, llevó la bandera olímpica, símbolos muy fuertes para nosotros , los deportistas olímpicos. Entonces, los considero los juegos de la emoción. Lloré, pucherié, todo lo que quieras…Y gran parte de esta medalla es también para mi compañero Carlos Espínola y los que formaron ese equipo con Camau, como Mariano Galarza, que estuvo en este equipo también, por quinto juego consecutivo, Daniel Bambicha, que no estuvo con nosotros, pero que fue parte de mi educación deportiva.
— ¿Qué hayan participado tus hijos de estos Juegos te generó presión o fue una motivación?
— Fue algo súper motivador. Que estuvieran mis hijos fue un regalo, poder compartir los juegos con ellos fue muy emocionante y una de las razones por las que quería participar. Antes de la ceremonia inaugural les mandé un mensajito: “Acuérdense que tenemos que entrar todos juntos”, porque eran sus primeros Juegos y ellos no se daban cuenta de la dimensión de lo que se venía, y sí o sí quería entrar al estadio con ellos. Trabajamos mucho en disfrutar el camino. Fue muy lindo estar sólo en el medio del mar y de golpe encontrarme con mis hijos que también estaban entrenando. Porque de pronto cada uno está metido en su trabajo, siguiendo su pasión, y no hay tiempo para verse. Pero cuando te ves, valorás muchísimo ese ratito. Para mí, que la familia tenga libertad, dejar que cada uno siga su pasión, implica un sacrificio, pero trae enormes alegrías.
— Hablemos de la enfermedad que tuviste, ¿cómo la atravesaste?
— Ni me di cuenta… Soy tan positivo y miro tan para adelante que me cuesta cuando hablo de una “enfermedad”. Como que para mí es algo que pasó y no lo veo en esos términos, y lo digo con mucho respeto para la gente que quizás le cuesta. Pero a mí, como mi pasión es el deporte, creo que estoy preparado para la adversidad.
— ¿Tuviste que hacer un esfuerzo sobrehumano para correr con un solo pulmón?
— La recuperación fue el esfuerzo más grande de mi carrera deportiva, no tengo absolutamente ninguna duda. Hace menos de un año me operé, y lo que se ve es el final, pero lo más importante fue el esfuerzo previo que hicimos antes de la competencia en sí , entrenar a contrarreloj porque veíamos que no nos alcanzaba el tiempo. Siento mucho más orgullo por esa parte previa, que por haber ganado la medalla.
— ¿Cecilia fue el músculo que vos esperabas, si vos eras el cerebro que se encargaba de detectar el viento y demás?
— Por supuesto. En nuestra categoría, técnicamente es mucho más lógico que el timonel sea la mujer y que el hombre sea el tripulante, porque la parte física del tripulante es tremenda. Ceci tuvo que bajar de peso y competir contra un hombre, que en cuanto a potencia física le saca una diferencia abismal, así que fue un desafío enorme para ella. Yo venía de competir con Camau, que uno de los talentos que tenía era la fortaleza física, así que a veces cuando no salía una maniobra yo tenía en la cabeza a Camau y pretendía que Ceci hiciera lo mismo… Equipararse con los varones fue increíble y eso tiene muchísimo mérito y habla muy bien de ella.
— -¿Por qué el yachting viene consiguiendo frecuentemente medallas en los últimos Juegos?
— Todos sabemos de la virtud de los argentinos, no cabe duda que somos un pueblo muy deportista con infinidad de clubes donde el deporte es parte de nuestra sociedad. El talento está, tenemos una enorme tradición náutica, tenemos semillero de sobra, somos la envidia de muchísimos países fuertes. Te soy franco: sentía la enorme responsabilidad de que el yachting volviera a traer una medalla al país.
— ¿Qué será del futuro de ustedes? ¿Quedan desafíos, hay algún sueño más, como Tokio 2020?
— Cecilia es muy joven, seguro que tiene un montón de desafíos. Para mí, todos los días es el desafío. No siento que llegamos a una meta, sino que cumplimos un deseo, y el deseo hay que renovarlo y ver cuál es el próximo objetivo. Cuando nos preguntan si vamos a seguir o no, lo importante primero es saber si están las ganas de trabajar para dejarlo todo. Sé que con este equipo podemos enfrentar cualquier desafío y eso me deja tranquilo. La primera cosa es: ¿por qué no?, si la vida sigue y hay que seguir trabajando para cumplir nuevos sueños.