Un repaso por el origen y desarrollo de la producción azucarera en el noroeste argentino, cuna de importantes dirigentes empresariales y políticos.
El noroeste de nuestro país posee una riqueza histórica que bien vale la pena ser conocida por todos. Antiguamente, ese territorio era parte del Virreinato del Perú, con una intensa actividad económica y mercantil, mayor que la de otras zonas en la época. Ese movimiento se generaba por la demanda de insumos necesarios para la explotación de las minas de plata de Potosí. Ganado vacuno, mulas, cereales, harina, arneses, cueros, carretas, etc. eran algunos de los insumos que se exportaban a Potosí. Recordemos, como referencia, que la ciudad más antigua del país es Santiago del Estero y a partir de la industria harinera allí desarrollada por el siglo XVI se recuerda en el país el día de la industria.
Las guerras de independencia afectarían el comercio regional, dando lugar a nuevos estilos comerciales y demandando nuevos productos. Nació así una nueva clase de dirigentes y actores en la sociedad.
Inicio de una nueva industria
Documentos históricos ubican hacia fin del siglo XVIII los primeros intentos de desarrollo industrial: la producción de azúcar. Estos se dan en las actuales provincias de Jujuy, Salta y Tucumán, con los jesuitas como protagonistas. Pero recién en el primer cuarto del siglo XIX la industria comenzará, lenta pero sostenidamente, un desarrollo que la llevaría a ser la principal actividad en Tucumán y de ponderación importante en las economías de Salta y Jujuy.
Luego de la experiencia de los jesuitas en Tucumán, es el obispo Colombres quien impulsa el desarrollo de la actividad, enseñando el cultivo de la caña y facilitando caña semilla a los nuevos emprendedores que se interesaron en el rubro.
Al principio son productores independientes que, con el correr de los años, van incorporando a sus hijos a la actividad, lo que dio origen a verdaderas familias azucareras, donde todos participan del proceso agro- industrial y comercial. El crecimiento y florecimiento de la industria permite a estas familias dar una mejor educación y formación a sus hijos, que fueron enviados a estudiar fuera de la provincia. Tal el caso de familias como Posse, Avellaneda, Etchecopar y Nougués, entre otras.
Hacia mediados del siglo XIX, siguiendo la evolución de la industria, surgen los primeros intentos de modernización de la mano de Baltasar Aguirre, quien llegó a interesar al mismísimo general Justo José de Urquiza en el negocio azucarero, con quien compartió la inversión en nueva maquinaria importada desde Londres. La sociedad no tuvo un final feliz, ya que se liquidó y vendió la maquinaria por partes.
La llegada del ferrocarril a Tucumán le permitió a la industria dejar atrás el rudimentario modelo de producción con trapiches de madera y hormas para pasar a trapiches de acero impulsados a vapor, tachos de vacío y azúcares centrifugados.
La provincia pasó de una producción de 1.000 toneladas en 1870 a 24.152 en 1884 y a 135.605 toneladas en 1896. Nació allí un gran polo industrial, probablemente el primero y más importante del país en esos años. Los ingenios, además de azúcar, producían alcohol, algunos incluso bebidas, papel y hasta mosaicos, como el caso del Santa Lucía. Grandes plantaciones de frutales eran solventadas por los ingenios.
El desarrollo de la industria permitió a Tucumán, a través de los impuestos tributados por la industria, contar con recursos para la construcción de una infraestructura provincial que la diferenciaría hasta el día de hoy de las provincias vecinas. Eso fue lo que permitió y facilitó la instalación de otras actividades productivas, como la citricultura y los arándanos. De no contar con ella habrían tenido otros costos para su desarrollo. La mitad del PBI de Tucumán llegó a ser generado por la industria azucarera, hoy día con el desarrollo de otras actividades económicas su participación es menor, pero sigue siendo de importancia fundamental para el ciclo económico de la provincia. Tucumán fue pionera en instituciones como el Instituto de Estadística de la provincia, antecesor de nuestro actual INDEC, y en la construcción de obras de riego para la agricultura.
Una nueva clase dirigente nació a la par de la industria. Saldrán de las familias azucareras de esa sociedad tucumana numerosos gobernadores, legisladores nacionales y provinciales, y hasta presidentes de la república, como Nicolás Avellaneda y Julio Argentino Roca. A Miguel M. Nougués le correspondió ser el primer argentino en cumplir la ley de acefalía, asumiendo como vicepresidente de Carlos Pellegrini luego de la revolución de 1890 y llegó a asumir la presidencia en dos ocasiones por ausencia de Pellegrini.
La complejidad que adquieren los negocios a partir de 1950 hace necesario incorporar a la industria profesionales provenientes de otras actividades, con visión amplia de negocios y aptitudes para el análisis macroeconómico cambiante, que influye decisivamente en la actividad por el efecto inflacionario que sufre el país.
En aquellos años, el grupo de empresas de Nougués Hnos. SACIFAG se cuenta entre uno de los patrimonios más importantes del país, con explotaciones agrícolas y ganaderas en Tucumán, Salta y Formosa: dos ingenios azucareros en Tucumán, San Pablo y La Providencia, fincas cañeras y la estancia Colonia Bouvier, con algo más de 40.000 cabezas de ganado. En total eran más de 200.000 hectáreas en producción.
Para asesorar al directorio, Nougués HNOS SACIFAG incorpora al abogado y contador Vicente Carlos Costantini, quien se convertirá en una persona clave para los negocios de los Nougues. En la década de 1960, sus tres empresas más importantes comienzan a cotizar en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires: la propia Nougués Hnos. SACIFAG, SA Córdoba del Tucumán AIC y Cía. San Pablo de Fabricación de Azúcar SA. Simultáneamente, otras empresas azucareras cotizan sus acciones en la BCBA: Ledesma SAIC, Ingenio Tabacal, Azucarera Argentina SA (Ingenio Corona), Wellbers (Ingenios Arno y Las Toscas), convirtiéndose todas durante los años ‘70 en estrellas del panel de acciones de la Bolsa.
De las familias fundadoras de la actividad hasta nuestros días siguen saliendo dirigentes de proyección nacional, tal el caso de Alfonso de Prat Gay, familia fundadora del ingenio Leales, aun en operación. También de quienes se incorporaron con cuerpo y alma a la industria surgieron dirigentes de peso en la actualidad, como Rodolfo y Eduardo Costantini que concretaron emprendimientos como Frigorífico Rioplatense.
Superviviente a críticas injustas y crisis por caídas de precios, sobreproducción, ausencia de políticas económicas y, actualmente, una ley de bio-combustibles a contracorriente del cuidado del planeta, la industria atrapa con pasión a todos sus actores que a pesar de ser los artífices de la industria del dulce saben de las amarguras que se sufren por ella pero que no cesan en su esfuerzo diario manteniendo activa esta noble fuente de trabajo para miles de argentinos en todo el norte del país.