“Buscamos cambiar la endogamia que hay en el mundo de la cultura”

Enrique Avogadro, el ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, cuenta cómo son sus días en la gestión y los desafíos que tiene para que la cultura sea inclusiva.

Con 45 años, Enrique Avogadro encabeza el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, uno de los distritos latinoamericanos más vibrantes en cuanto a la oferta cultural. El recorrido que lo llevó a este cargo se relaciona con su vocación pública, dice en exclusiva para la Revista Nordelta que su formación cultural viene de su familia, de los libros que leyó desde que era chico, de las salidas que compartió con amigos y de los artistas que lo rodean. Pero también de su experiencia como Licenciado en Estudios Internacionales, su magíster en Administración de Políticas Públicas, y de la segunda maestría que actualmente estudia en Gestión de Contenidos. “Siempre me gustó lo público, mi vocación es pública, desde el inicio, y me considero un servidor público. Trabajé muchos años vinculado a la cultura pero desde el campo de las industrias creativas. Fui director del Centro Metropolitano de Diseño y subsecretario de Economía Creativa”, afirma.

—¿Cómo es tu rutina?

—La cultura de la ciudad es intensa y tengo una agenda que acompaña ese ritmo. Voy a la oficina una vez por semana para reuniones de equipo y el resto del tiempo estoy en la calle, visitando espacios culturales, conversando con artistas, reuniéndome en diferentes espacios públicos de la Ciudad. 

—¿Qué tipo de lugares?

—Tenemos una red de más de 30 bibliotecas públicas, más de 10 museos, teatros y centros culturales distribuidos en distintos barrios, así que trato de estar en contacto con esa diversidad que tiene la cultura de la Ciudad. 

—¿En qué ámbitos de la cultura te manejás? ¿La actividad pública, privada o la independiente?

—Trato de estar muy en contacto con toda la actividad cultural, que no pasa estrictamente por el ministerio. El ministerio es tan grande que termina copando todo, pero hay un riesgo de quedarse encerrado en ese ámbito, porque la cultura de la Ciudad es mucho más amplia y diversa. Además existe una cultura comercial muy potente, con los museos privados y los teatros de la calle Corrientes, pero también una independiente. Buenos Aires tiene más de 500 espacios culturales independientes, que es muy importante y vibrante.

—¿Cuáles son tus objetivos en la gestión?

—Hay algo de endogamia en el mundo de la cultura que buscamos cambiar permanentemente, con el fin de lograr que la cultura se vincule con todo el mundo. Que no haya ni alta ni baja cultura, ya que hay una sola y todos tenemos derecho a tener un acceso a ella porque es mucho más que entretenimiento. La cultura es una herramienta para el desarrollo individual y colectivo de las personas. 

—¿Hay margen para poder disfrutar de la cultura de la Ciudad mientras gestionás?

—Es todo un trabajo de conciencia que hay que hacer, porque el placer se vuelve trabajo constantemente. Soy muy afortunado porque tengo un trabajo que me vincula a la cultura y trato de tener esa conexión. Por suerte también conservo el hábito de la lectura, que es muy personal y me permite una desconexión con el resto y una conexión conmigo mismo. 

—¿Cuál es tu desafío para no desatender los movimientos culturales de los más jóvenes?

—Hago un esfuerzo muy grande para estar al tanto de todo lo que está pasando. Escucho activamente a los artistas de ahora, intento conocerlos, me abren mucho la cabeza y trato de mantener mis hábitos de consumo cultural alerta a lo que pasa en el momento. Siempre hay cosas que se me escapan, porque ser ministro de Cultura implica saber de danzas, artes visuales, cine, literatura, de todo y, por supuesto, es imposible. Pero trato de conectarme con la escena cultural mientras sucede. 

—¿Qué recomendás para alguien que no está tan inmerso en la cultura de la Ciudad?

—Me gusta armar combos bien variados. Vivir la calle Corrientes como un hecho cultural, con sus teatros, librerías, pizzerías, cafés. Después el tango, que está más vivo que nunca, con los espectáculos de altísimo nivel y también las milongas más barriales. Los museos: el Moderno, el Nacional de Bellas Artes, el Malba, Proa, Fortabat. También existe una infinidad de galerías hiper contemporáneas y, si sos más joven, el Centro Cultural Recoleta o la Usina del Arte. También recomiendo moverse mucho por los barrios, porque cada barrio tiene su impronta, y venir con mucho tiempo.

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