La gratuidad de la belleza

El intelectual senegalés Léopold Ségar Senghor, dijo, como al pasar, que el hombre podría vivir sin técnica pero no sin poesía. Y aunque haya sido una frase indistinguible en un discurso sobre la condición humana, claramente describe una de las más profundas demandas de la naturaleza del hombre. 

texto: Patricio Di Nucci (*)

La idea de poesía no se ciñe a la narración con métrica o libre, sino a la demanda del alma que está en las cosas y, sobre todo, en los vínculos entre personas. Uno de los rasgos de la poesía en la cotidianeidad de la vida humana es la gratuidad. Eso que se hace porque goza del beneficio de ser invalorable –e impagable- como la virtud, la nobleza, la confianza.

El recientemente galardonado con el Premio Princesa de Asturias en Comunicación y Humanidades, Nuccio Ordine, tiene un libro pequeño (La utilidad de lo inútil), un ensayo, con una recopilación de textos literarios, en la primera parte, en el que pasea por una cantidad de obras de la literatura clásica en cuya enumeración nos marca lo gratuito de la producción literaria.

La necesidad de valerse de ellos como instrumento imprescindible para hacer de la convivencia un espacio vivible y merecedor de serlo. Y las referencias son a los más diversos autores que han producido las obras más requeridas a través de los siglos. Allí aparecen Dante, Petrarca, William Shakespeare, Immanuel Kant, Michel Montaigne, por nombrar algunos; esos inmortales que atraviesan los siglos con un mensaje perenne, con cuestionamientos eternos, con intereses transgeneracionales porque tocan fibras, estructuras y condiciones del hombre. Hablan, piensan con los hombres de todos los tiempos acerca de los intereses que no cambian con la renovación de las generaciones. Nos muestran lo esencial, lo que no se compra, como la inmortalidad posible, o la ausencia de ella; como las causas del dolor, o el sentido del amor.

Aristóteles, que también es referido por Ordine en su trabajo, nos dice que cuanto más perfecta es una cosa -en literatura diríamos: cuánto más bellamente dicho algo esté-, mejor lograda habrá sido. Nada es más feo –que es otra cara de la belleza- que cuando está bellamente descripto. Para eso es la literatura: para nombrar bellamente la realidad. Y la belleza es gratuita. La belleza no se compra.

¿Acaso alguien duda, aún, que los intereses más importantes de la vida, en todos los tiempos, son gratuitos? ¿Alguien puede dudar todavía que la belleza, la poesía, el arte son esenciales para vivir humanamente, como el pan? ¿El hombre sería el mismo sin Homero, Virgilio, Ovidio, Dante, Miguel de Cervantes y Jorge Luis Borges? Ellos ya no están entre nosotros, pero nos han dejado colmados de belleza. Podremos comprar sus libros, sus obras, pero nunca la belleza que hay en ellos.

(*) El autor es Licenciado en Teología (UCA y Licenciado en Letras (UBA)

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