Con una extensa trayectoria, Irene Bermejo es una eminencia de la dermatología argentina. Ahora abrió una nueva sucursal en Nordelta, donde aplica su máxima de tratar a cada paciente “más allá de la piel”
La de Irene Bermejo es una vida dedicada a la dermatología. Y más que eso: una vida dedicada a la medicina, en la que la dermatología fue, al principio, un escape, y rápidamente se convirtió en un punto de partida desde el cual abordar integralmente el tratamiento de un paciente.
Una vez recibida de médica, al momento de elegir la especialidad, su primera opción fue la psiquiatría. Un comentario desatinado de un colega la llenó de inseguridades y, desde las profundidades de la mente, emergió hacia la capa más externa de una persona. Sin pensarlo demasiado, hizo base en la dermatología y, con el correr de los años, notó el nivel de relación de esta especialidad con su elección inicial. “Más allá de la piel” es el slogan de su clínica, pero, sobre todo, es una filosofía de vida que la guía. Aquello que vemos en la superficie es la respuesta a problemas y hábitos que, a veces, incluso el propio paciente desconoce.
“Al final, aprendés a mirar al paciente como un todo. La piel es un órgano muy primitivo, el primer órgano que se forma, y es también un lugar al que van muchas patologías psicológicas y emocionales. Se manifiestan en la piel. Vos te podés quedar con el síntoma, por ejemplo, que a alguien se le cae el pelo, y ocuparte de que le crezca. O uno puede hacerse la pregunta de por qué pasa esto. Ahí se unen las dos puntas. Porque a veces el paciente manifiesta que se le cae el pelo, pero en realidad sus problemas son temores, ira, abandono. Eso lo descubrís cuando empezás a indagar un poco más. Me di cuenta de cuántas cosas esconde la piel”, afirma la médica.
–Al revés, cuando la piel está bien, ¿eso habla de que una persona está ordenada en lo demás?
–No siempre. A lo mejor, estás sano de la piel y manifestás un problema en otro lado. Las emociones juegan un papel importante. Freud hablaba, por ejemplo, de los eccemas: vos te rascás y te rascás, pero al final la cura está en ponerte una crema con corticoides o una crema humectante. Lo hacés, al ponerte la crema, acariciás al niño que sos. Freud decía que los chicos atópicos, los chicos con alergias de chiquitos, eran chicos poco acariciados. Esa es un poco la mirada que a veces hago de la misma patología.
–Además de lo emocional, tu mirada integral abarca hábitos de los pacientes, la forma en la que se alimentan o descansan, por ejemplo…
–Por supuesto. El no descansar, el dormir mal, el estrés, la alimentación, te afectan. Estamos comiendo mucha comida chatarra, cualquier cosa que venga en un paquete te hace mal. Hoy ya no miro un eccema sólo pensando en que esa persona no fue acariciada de niña. Hoy miro lo que come, también. Además, por ahí fue un chico poco acariciado, pero hacés un mix de cosas y te das cuenta de que los resultados son mejores, porque a la gente le pasan cosas más allá de la piel.
–¿La gente se sorprende? Porque quizá va en busca de una crema y nada más, pero termina con un cambio de vida.
–En general, se sorprende para bien. Yo no puedo obligarte a que comas mejor, ni a que hagas gimnasia, yo sólo te cuento. Me ocupo de la manchita, pero también te cuento lo que para mí significa que vos comas mejor o que gestiones el estrés. Yo creo que no es médico el que cura, sino el que enseña. Cuando vos enseñás, le contás, le mostrás que hay otra manera de enfocar las cosas, el paciente puede querer o no ocuparse, pero al menos ya las sabe. Yo cuento y algo siempre queda de eso.
A su conocida clínica en Belgrano, que funciona hace más de tres décadas, ahora Irene le sumó una nueva sede ubicada en Nordelta, que consiguió instalarse rápidamente en la zona y alcanzar un éxito mayor al proyectado. En ella, se aplica la misma línea que Irene mantiene como médica, docente y empresaria.
–¿Por qué elegiste los láseres como herramienta principal?
–Porque a mí me encanta regenerar la piel, no me gusta disimular. Yo no inyecto. Lo mío es la salud de la piel. Me encanta la naturalidad de la piel sana, y los láseres te dan la oportunidad de regenerar el propio tejido, estimular para que vos mismo regeneres más colágeno, estimular para regenerar una cicatriz que te quedó mal, entre otras cosas. Y me importa la longevidad saludable, que va de la mano con la aceptación. A cualquier edad podés tener la piel bárbara, pero me parece que la juventud viene por otro lado. Yo creo que era más vieja a los 40 que a los 70. Los bebés, cuando se ríen, arrugan la frente, pero tienen una piel impecable. Entonces, la arruga no siempre es lo que te hace ver más vieja. Es la calidad de piel que tiene esa arruga. Y cuando vos mejorás la calidad de piel, mejorás el brillo, mejorás la luminosidad, por ahí la arruga ni se ve.