El eterno Milagro salteño

Más de 800.000 personas participaron el mes pasado de la Fiesta del Señor y la Virgen del Milagro en la ciudad de Salta. Una celebración popular llena de fe y color, que se repite año tras año desde 1692.

Son decenas de miles. Llegan desde toda la provincia de Salta. Caminan cien, 200, 300, 400 y hasta más de 500 kilómetros. Días, semanas enteras. Duermen en escuelas, clubes, casas de familias que los alojan en su largo derrotero. Gastan zapatos como nadie, muerden polvo, pasan frío, calor, los rigores del clima norteño. Algunos atraviesan pasos montañosos a más de 4000 metros sobre el nivel del mar. Y todo por llegar a ver, aunque sea desde lejos, a las históricas y veneradas imágenes del Señor y la Virgen del Milagro.

No hace falta ser una persona de fe para conmoverse con este panorama. La Fiesta del Milagro, que se realiza los días 13, 14 y 15 de septiembre en Salta capital, es probablemente la fiesta religiosa más popular de la Argentina. La provincia entera, literalmente, se moviliza para esta ocasión, y cada vez son más los peregrinos que llegan desde provincias vecinas y grandes ciudades de todo el país. En la última edición, días antes del cierre de esta revista, participaron alrededor de 850.000 personas. Un número que impacta, sobre todo si se tiene en cuenta que la ciudad de Salta ronda los 780.000 habitantes.

La historia detrás de la fiesta

El origen de este fenómeno se remonta a septiembre de 1692, cuando una serie de terremotos asoló el poblado que por entonces era Salta. Un siglo atrás había llegado desde España, vía Lima, una imagen barroca de un Cristo de madera policromada que estaba arrumbada en la sacristía de la iglesia matriz (futura catedral), a la que no se le prestaba mayor importancia.

Tras uno de esos sismos, alguien entró en el templo y vio que a los pies de ese Cristo había caído una imagen de María Inmaculada, que a pesar del golpe prácticamente no se había dañado. Esto fue interpretado como una súplica de la Virgen a su hijo Jesús, un pedido de protección gracias al cual Salta no había sufrido tanta destrucción como otros pueblos de la región. Sin embargo, la tierra no paraba de temblar.

Una de esas noches, Cristo se le apareció en sueños a un sacerdote jesuita, quien al día siguiente transmitió el mensaje divino: “Hasta que no saquemos aquella imagen a la calle, los terremotos no cesarán”. Esa misma tarde lo hicieron, junto a la Virgen que había caído a sus pies. Horas más tarde, la tierra se calmó. Era el 15 de septiembre de 1692, fecha que a partir de entonces se conmemoró en honor del Señor y la Virgen del Milagro, como se denominó a las sagradas imágenes.

El espectáculo de los peregrinos

Las demostraciones de fe de los peregrinos del Milagro son emocionantes. Los que más caminan para llegar a la fiesta son los de Santa Victoria Oeste, un pequeño pueblo de origen kolla situado en el extremo noroeste de la provincia, a 516 kilómetros de la capital. Además de recorrer semejante distancia, esta gente tiene que superar un sector de la ruta que se eleva hasta los 4500 metros de altura… Su travesía requiere aproximadamente dos semanas. Similar es el panorama de los que llegan desde pueblitos puneños como Tolar Grande o Santa Rosa de los Pastos Grandes, que recorren unos 400 kilómetros, enmarcados por el clima extremo de la Puna.

Arriban a Salta a partir del 12 de septiembre, y al día siguiente comienza el Triduo del Milagro, que concluye el 15 con una procesión impresionante. Las imágenes son sacadas a las calles y saludadas por la multitud, que en el monumento 20 de Febrero renueva su pacto de fidelidad al Señor y la Virgen del Milagro.

Durante estos días, conseguir alojamiento en Salta es casi milagroso. Por eso, los que quieran ir el año próximo a vivir este fervor religioso deben reservar con mucho tiempo de anticipación, al igual que los pasajes. Vale la pena.

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