El carnaval es una de las expresiones más antiguas y su celebración fue tomando distintas formas en todo el mundo. Durante 15 años, el fotoperiodista Guido Piotrkowski recorrió los carnavales latinoamericanos, como una forma de conocer cada pueblo a través de este festejo.
Se cree que los primeros en celebrar el Carnaval fueron los campesinos sumerios, antes de Cristo, cuando se reunían con máscaras y disfraces a festejar la fecundidad de la tierra y alejar a los malos espíritus de la cosecha, danzando alrededor de una fogata.
En Europa, los festejos carnavaleros llegaron de la mano de los navegantes, que arribaban a los puertos como el de Venecia. En nuestro continente, los carnavales llegaron con los primeros europeos, en el siglo XV, pero adquirieron particularidades propias de cada lugar, relacionadas a las costumbres típicas de cada pueblo. En Buenos Aires, el primer corso apareció en 1869 y fue impulsado por el presidente Domingo Faustino Sarmiento, quien conoció los festejos durante sus viajes por Europa.
A pesar de las distancias y las diferencias culturales, los festejos de carnaval en el mundo se caracterizan por expresarse a través de la música, el baile, la sátira representada con disfraces, junto con la alegría, la euforia y hasta el descontrol. En Latinoamérica, se celebran en distintas regiones y ciudades, y cada uno con su propio estilo. ¿Pero se puede conocer un pueblo a través de sus carnavales y fiestas populares? “Por supuesto que sí, las fiestas y celebraciones populares son como el corazón de un pueblo, porque los usos, costumbres y tradiciones se arraigan en esas fiestas. Los pobladores esperan estas fechas durante todo el año, y acompañan con comidas y bailes típicos, que son parte de la tradición ancestral de un pueblo o una comunidad” afirma el fotógrafo y periodista freelance, Guido Piotrkowski.
En el 2015, Guido publicó de manera independiente el libro “Carnavaleando”, un recorrido que lo llevó durante 15 años por los carnavales latinoamericanos. “Me encanta el carnaval, lo descubrí haciendo fotos para mi trabajo, en el año 2003, cuando fui a vivir a Río de Janeiro. Llegué en el mes de enero, tenía varios rollos de diapositivas y no sabía muy bien qué hacer. Así que decidí salir con esos rollos de fotos a descubrir de qué se trataba el Carnaval, pero como no tenía cómo llegar al Sambódromo me sumergí en la fiesta que hoy más interesa: el Carnaval de Rua, callejero y participativo. A partir de allí salí todos los días a perseguir a las comparsas y me fascinó” recuerda el fotoperiodista, quien regresó años después y visitó el Sambódromo, pero igual nunca dejó de asistir al carnaval callejero, que le parece de una belleza extrema.
—¿Si tuvieras que elegir cinco carnavales de todos los que recorriste cuáles serían y por qué?
—Los dos carnavales de Río de Janeiro, el callejero y el del Sambódromo, porque las Escolas do Samba hacen historia y forman parte del cancionero popular brasileño. Es un gran espectáculo, pero más me gusta el carnaval en donde todos puedan participar.
De Brasil, también elijo los de Olinda y Salvador, carnavales con impronta afro. De nuestro país resalto el carnaval de la Quebrada de Humahuaca, en el norte argentino. Y también el de Oruro, en Bolivia. El carnaval uruguayo, de Montevideo, también es colosal. Pero es otro espíritu, es menos participativo. Aquí las protagonistas son Las Llamadas, agrupaciones de candombe que ya cuentan con sus bandas armadas, y la gente sólo se sienta en las gradas a verlas pasar. Sin embargo, la fuerza que tienen esos tambores es arrolladora.
—¿Qué carnaval te quedó pendiente y te gustaría fotografiar?
—En Argentina el único pendiente que tengo, y me da curiosidad porque es un ícono además de ser la Capital del Carnaval, es el de Corrientes. No me interesan mucho ese tipo de carnavales porque es muy de corsódromo y, como me dijo una vez Coco Romero, un músico argentino e historiador del Carnaval: “el corsódromo encorseta al carnaval cuando en realidad es una fiesta callejera”. De todas formas, me intriga saber qué hay en esa gente y por qué les gusta tanto el Carnaval. Esta fiesta es parte del acervo cultural del pueblo correntino, donde ponen mucho cuerpo y amor, por eso me interesa más la trastienda que los desfiles en sí.
—¿Tenés pensado una segunda parte de tu libro Carnavaleando?
—Sí, porque desde el 2015 hasta la fecha seguí fotografiando carnavales que no formaron parte del libro. El último que asistí fue el carnaval de Lincoln, en la provincia de Buenos Aires. De hecho, también estoy pensando en un libro sobre Fiestas Populares.
Guido afirma que nunca le interesó mucho el carnaval de Venecia, aunque si pudiera igual asistiría, ya que forma parte de la historia de este festejo, como el de Cádiz en España, un lugar fundante y de donde tomó la raíz el carnaval uruguayo. “Me gustaría conocer de qué se trata el Mardi Gras, festejo carnavalero de New Orleans, Estados Unidos -cuenta el periodista, y casi un experto en estas fiestas populares. También me contaron que hay lindos carnavales en las Islas Canarias… me queda bastante camino que recorrer”.